El verbo procrastinar es relativamente nuevo en la sociedad, no muchos lo conocen pero sí que todos lo hacen. Sin embargo el fenómeno de la procrastinación ya tenía sus connotaciones negativas en el revolución industrial. Ferrari (1995), le llamaba un mal moderno, pues era típico en las sociedades posmodernistas e industrializadas que retrasaban las labores del proletariado. Procrastinar viene del latín procrastinare, ósea, de demorar y se refiere al comportamiento de postergar voluntariamente las responsabilidades que deben de ser entregadas.
Para ser más claros, es esa gran pérdida de tiempo que sucede antes de ponerte las pilas. Seguro te ha pasado, y digo seguro porque hay estudios (Procrastinación y Características Demográficas de Carranza y Ramírez, 2013) que demuestran que la gran mayoría de la población lo hace, 20% de la población casi todo el tiempo, y el 80 % sólo en ocasiones, y va en aumento.
Es un mal habito que tenemos algunos de nosotros. Lo sé porque este artículo lo iba a empezar a escribir desde las 11 am y son las 7:45 pm y a penas comencé, pronto en unos minutos tendré que salir para dar una sesión de coaching. Acabo de soltar el celular y todos los distractores y me puse a hacerlo hace 5 min, ósea menos de una hora antes de irme y poder mandarlo.
¿Procrastinar es normal?
Claro, todos lo hacemos simplemente porque está dentro de nuestra naturaleza neurológica. El cerebro así trabaja, siempre busca la recompensa, tenemos todo un sistema que representa esta zona. Es un conjunto de estructuras que gracias a los estímulos externos, nos hacen sentir bien enviando señales a las conexiones neuronales para liberar neurotransmisores como la dopamina y oxitocina. Como somos un poco adictos a esto (porque es placer puro), en lugar de hacer cosas que nos desagradan siempre vamos por el hedonismo y aquellas cosas que nos dan flojera, las dejamos pasar un poco en lo que nos da la gana hacerlas. Y además el cerebro busca una recompensa inmediata antes de una a largo plazo por lo que siempre vamos a realizar tareas más pequeñas y poco complejas antes de ponernos a hacer las complicadas.
También, mucho hemos acostumbrado al cerebro ha trabajar bajo presión. Hay estudios que comprueban que las personas que tienen el tiempo encima y se ponen una fecha límite tienen mejores resultados que los que no tienen fecha y pueden entregar cuando sea pues tiene la libertad de hacer otras cosas y pensar que aun hay tiempo de sobra. Cuando me tocó hacer la tesis en la maestría dentro del taller de tesis, todos íbamos al parejo y avanzando poco a poco. Recuerdo haberme enojado mucho con el maestro porque en cuestión de 15 días quería un capítulo completo de mínimo 15 cuartillas. Obvio yo y todos nos opusimos, pero el día de la entrega no faltó nadie. Sin embargo cuando salimos y nos tocó hacerlo por nuestra cuenta, entonces sí se complicó, ya no teníamos fecha límite y es hasta el día de hoy que muchos no hemos entregado después de un año.
No importa la razón que sea, si es por miedo a fracasar en la tarea y mejor nos la evitamos y evadimos lo más posible; tampoco importa si es porque tu nivel de activación es bajo y te cuesta llegar a esa energía que tu cuerpo necesita. O la otra opción puede ser por distracción. Nunca te concentras de verdad porque tienes 20 estímulos a tu alrededor. O también porque no sabes organizarte y te come el estrés y la ansiedad de no saber ni por donde empezar.
Este problema crece cada vez más y se adentra no sólo en las empresas sino en la educación. Muchos investigadores están tratando de entender por qué nos convertimos en nuestros peor enemigo generando retrasos innecesarios afectando a millones de personas. En las compañías es cada vez más común y esto genera pérdidas de todo tipo. A ver si te suena familiar:
Tu entrada es a las 8 o a las 9 (como sea), pero fíjate realmente cuánto tiempo te toma en empezar a trabajar de verdad. Yo lo he hecho y hay veces que me lleva más de una hora sentarme en mi escritorio a hacer la verdadera chamba. Primero llegaste y fuiste por tu café porque si no, no eres persona. Pero en el camino te topas a varios y platican cómo les fue, regresas y prendes tu compu y en lo que prende vas por algo para acompañar tu café. Muchas mujeres no se maquillan en casa, sino en la oficina, así que mientras tomas su café y esperan a que prenda “bien” la compu, se maquillan y platican con tu amigo de a lado. Otros sólo se ponen a contestas what´s o a facebookear. Ya ibas a empezar y alguien pasa por tu lugar y se queda a saludar y fácil se llevó 20 minutos ahí. Tomaste mucho café, así que ahora tienes que ir al baño. Aprovechas y te lavas los dientes y ya después de una hora te sientas en tu lugar a trabajar en la compu, pero no entras a lo que se ocupa, primero revisas correos, te acuerdas que es el cumple de tu compa y le mandas mensaje para felicitarlo. Te quedas un ratito y ya después a trabajar. Pero de repente pasó alguien a pedirte un favor y tú con todo gusto se lo haces porque está más fácil y porque recompensa inmediata recuerdas? Esto no es ningún invento, y no se diga cuando se celebran los cumpleaños porque entonces trabajaste sólo un par de horas al día verdaderamente. Tu productividad es bajísima. Te fletas casi 10 horas en la oficina cuando todo lo pudiste haber hecho en 6 máximo.
¿Cómo evitarlo?
Te voy a dar tres tips importantísimos para poder evitar esto y volverte súper productivo, o bueno, al menos dejarás de procrastinar tanto.
UNO
Parece imposible pero cualquier hombre o mujer se puede comer un elefante de 5000kg, si así se lo propone. ¿Cómo? Pues a pequeñas mordidas. Obvio no lo hará en una sentada, tiene que cortar y dividir las piezas, es decir necesita orden. Haz una lista de todas esas piezas, clasifícalas en el orden de urgentes a no tan importantes, y anótalas en tu calendario, ósea, ponles fecha y escribe de minuto a minuto de todo el día, no importa que escribas “ir al baño, ir por un café”. Tú ponlo y ve realizando tarea por tarea y empezando por las urgentes sin pasar a la siguiente, no puedes empezar otra tarea si no tienes la anterior completada. Si te quedas en pausa, no cambies la actividad, permanece en stand by y toma pequeños descansos cerebrales de un par de minutos. Así hasta que acabes con tu hoja. Si no la terminas, entonces la hoja del día siguiente empieza con las actividades que dejaste inconclusas. Y si quieres volverte más productivo, empieza a medir el tiempo de cada una de tus tareas y apunta, si son recurrentes, tendrás una comparativa para poder competir contigo mismo y hacerlo en tiempo record.
DOS
Deja todos los distractores, toda la información entra por la captación (lo vimos en artículos anteriores) y si hay estímulos que generar mucho ruido entonces jamás llegará la información correctamente, por lo tanto, tu concentración es tan pobre que te tendrán que repetirte las cosas tres veces y todos perderán tiempo. Entre menos estímulos visuales y auditivos tengas mayor concentración. O tú por qué crees que el minimalismo se lleva en los centro de meditación. Así que evita las notificaciones de tus redes sociales y pon un letrero de “muy ocupada” en tu escritorio para que no lleguen a platicarte.
TRES
Derrumba tu paradigma con relación a las cosas que te cuestan trabajo. Cambia tu pensamiento negativo acerca de estas tareas y redirígelo a verle el lado bueno, de inicio, a entender la importancia de su realización. Después quítale la connotación de obligación. No lo veas como algo forzoso. Velo mejor como algo que tú decides hacer porque encuentras todos los beneficios que tiene esa tarea. Diviértete con ella, recompénsate después de cumplir una meta. Festeja para seguir motivándote y bajar los niveles de aversión y ansiedad que genera. El objetivo es que nos de placer hacerlo, búscale la forma de disfrutarlo, algo bueno debe de tener.
La procrastinación afecta directamente al autoestima. Los niveles de energía bajan y la mente se atrofia. Perturba la percepción que tienes de ti mismo. Te sientes impotente por no poder conseguir las cosas y por no tener el control de ti mismo. Todo esto provoca una frustración y una ansiedad enorme que nos enferma. Es el mal moderno que invade las oficinas y también las escuelas y casas. No hay duda que es nuestro enemigo y hay que combatirlo. Quizá así, la gente pueda ir a trabajar menos horas pero más eficientes y poder regresar temprano a casa con su familia y tener más tiempo para disfrutar de la vida sintiéndose mejor y auto-realizados.
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