Han pasado algunos años desde aquella década de los 60 en que escritores como José Agustín, marcaron una diferencia en los consumos de su generación. Basta recordar todo el movimiento de la “onda”, una especie de hippies a la mexicana, que mezclaron las modas nacionales con la ola internacional, sobre todo la norteamericana. Eran hippitecas, usaban huaraches y jeans; tomaban sodas, helado y fumaban “mota”; como la catapultaría Parmenides García Saldaña en su libro “Pasto Verde”.
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José Agustín era un chico de clase media que estudiaba en la Simón Bolívar, hijo de un piloto aviador; se convirtió en un coleccionista de viniles con lo mejor del rock and roll de la época. Su primer libro: “La tumba” lo escribió cuando no tenía más de 18 años, y a la fecha sigue arrasando en librerías.
La literatura de la “onda” fue un producto de gran trascendencia, que incluso ahora se puede observar su influencia en la industria editorial y en escritores como el chileno, Roberto Bolaño.
La literatura de la “onda” se caracterizó por un lenguaje caló al estilo de los jóvenes de su generación, fuertemente autobiográfica, cargada de anécdotas sexuales, expediciones retrospectivas con drogas como la marihuana y el peyote. La ropa de cuero, los jeans, las motos, los autos deportivos, los viajes en carretera; eran tópicos frecuentes en esta literatura.
El escritor de “Se está haciendo tarde. Final en la laguna” y de “Tragicomedia mexicana”; fue alguna vez pareja de la entonces llamada “novia de América”, Angélica María, la que actuó en varias películas para las cuales él hizo los guiones.
Hoy, a 70 años del nacimiento de José Agustín, no será difícil encontrar sus libro en los puntos de venta, así como toparlo mientras deambula por algún centro comercial de la ciudad de Cuautla, ya que el valle de Cuernavaca es la región en donde desde hace tiempo vive. Él es un gran ejemplo de la literatura nacional; aún le faltan más homenajes sobradamente merecidos.