Hace un par de días, vi en Facebook como varias personas despotricaban contra un video promocional subido por una empresa de renombre. Criticaban el contenido, pero principalmente la calidad de su producción. Tenían razón, la calidad era mediana y ahorrativa, quizá producida por alguna agencia de publicidad o una productora de bajo pelo, más “casera” que profesional. En cuanto al contenido, para mi gusto, muy flojo y al vapor.
Las criticas, que presumo provenían de gente que sabe de producción audiovisual, dieron vueltas en mi cabeza. Cuánta razón tenían y cuántas veces pasamos de largo la calidad en este tipo de videos en los que no exigimos más al presentarse sólo en medios digitales. Como si en dichos canales de comunicación no se apreciara un trabajo bien hecho o éste fuera visualizado por un reducido grupo de receptores.
Lo cierto es que, en muchas ocasiones, los videos que las marcas suben a la red, tienen una audiencia mucho mayor a la que pueden tener los cineminutos que son proyectados en la pantalla grande de las salas cinematográficas. Por si fuera poco, son compartidos, y esta acción depende directamente de su calidad en forma y contenido.
Es, en mi opinión, un error garrafal pensar que los contenidos en redes sociales deben generarse siempre de manera rápida e improvisada, para cubrir cuotas de contenido en nuestras redes sociales. Normalmente, es inexistente una planeación tan escrupulosa y cuidada como ocurre en los medios tradicionales, y delegamos la tarea de generación de contenidos sólo a los community managers y no en los creativos o mejor aún, en expertos en contenido editorial.
Son muy pocas las ocasiones en las que vemos videos con actores profesionales o personalidades mediáticas en las campañas para redes sociales, confiamos nuestra comunicación de marca a la improvisación de un influencer que le dará a la comunicación su toque personal, aunque con ello muchas veces le de al traste a nuestra imagen. Se graba a bajo costo y pensando que un video corto, deberá ser también un video llano.
Esto, quizá tampoco deteniéndonos a pensar en todas las implicaciones de publicarlo en un medio que permite una comunicación de doble vía y por lo tanto, idóneo tanto para difundirse aún más, o ser atacado vorazmente por los más quisquillosos críticos que podríamos asumir como seguidores.
Así que, son muchas las razones para invertir en contenidos de mejor calidad en nuestros medios digitales y varias de ellas, categóricas no sólo para lograr el efecto que deseamos, sino además, para no provocar un efecto adverso.
El título de esta columna se refiere al “segundo gran fail”, porque el primer gran fail, siempre corresponderá al fondo, a un mensaje deficiente que aún así es emitido. Ya que si el fondo es malo, ni una excelente “forma” lo salvará.