Hace casi nueve años, luego de que mi jefe me diera las gracias aún siendo trainee, decidí que haría algo que me llenara de orgullo y motivara a los demás a ser parte de ello. Así es como fundé mi agencia, la agencia de todos los que formamos hoy día Figallo.
De la universidad salté a constituir una empresa sin tener la menor idea del mundo en que me estaba metiendo, solo tenía las ganas de ver realizada la idea hacer buena publicidad para las marcas y darles valor a través de sus acciones.
Mi primera cómplice fue Claudia, compañera de la escuela que, pese a que tenía un trabajo mejor remunerado a lo que podía ofrecerle, decidió creer en el proyecto y se convirtió en la primera contratación de la agencia. En ese momento descubrí el valor que puede tener el liderazgo, la responsabilidad que conlleva que alguien crea en ti; es un trabajo de todos los días levantarse y mantener la visión con la que inició tu proyecto.
Cuando comenzó la historia de la agencia también confirmé que el dinero no lo es todo. Hay muchos empresarios que creen erróneamente que el mejor talento se retiene a través de un gran salario, ¡qué equivocados están! Las personas verdaderamente talentosas y entregadas se mueven por algo más que una suma importante de dinero. Quieren aprender, tener experiencias y éxitos.
He visto a otros empresarios que creen que tener la verdad absoluta y hacen temblar a sus colaboradores si cuestionan sus decisiones. Esperar que la palabra del jefe sea la última e incuestionable es un comportamiento neandertal. Estamos en el siglo XXI, ante un ambiente donde una buena estrategia es ser más abiertos y escuchar la opinión y punto de vista de tus colegas. Lo que ellos dicen es importante, es valioso y muchas veces puede ser lo que te salve de un resbalón. Esto sí es parte de lo que hoy día podemos hacer para cuidar, conservar y mantener –voluntariamente- al mejor talento: hacer valer su opinión y hacerlos parte del negocio.
En el caso de una agencia de publicidad existe un tema que resulta relevante para los que la integran: los premios, festivales y reconocimientos. Algunos trabajan todos los días en mejorar su book, su activo más tangible para enriquecer su valor dentro y fuera de una agencia. Otros más buscan competir en festivales de clase mundial para mostrar de qué están hechos, cuáles son las grandes ideas que podrían mover al mundo y qué logros han hecho alcanzar a las marcas con las que trabajan.
Algunos –muchos- podrán decir que los premios no sirven de nada más que para hacer crecer los egos de creativos. Lo cierto es que éstos ayudan a generar negocio, inspiran a otros creativos a hacer realidad sus ideas y verlas crecer día con día. No son simples piezas inscritas a un certamen, son el resultado de varias horas, meses y años de esfuerzo desarrollado dentro de una agencia que les da la oportunidad de poner a la luz su creatividad y talento.
La decisión de potencializar al talento ha funcionado en la agencia no solo para retener a los mejores, también para atraerlos. ¿Cómo lograr esto? Muy sencillo: hacer las cosas de forma diferente, incluirlos a todos en un mismo objetivo y dotarlos de herramientas y facilidades para crecer.
¿Cómo puede ser una empresa atractiva para alguien? Cuando esta es competitiva e incluyente. Al hacer a todos parte de tu proyecto generas confianza; al generar confianza se vuelven más seguros para competir en esta industria. El mejor talento siempre va a querer estar con los equipos ganadores y es un imán para tener a los mejores profesionistas.
A lo largo de mi trayectoria me he sentido bendecido con todas las experiencias obtenidas y las historias vividas. Mis mejores enseñanzas han sido las buenas decisiones de mis clientes y también sus malas prácticas de gestión. Con cada uno de ellos he podido observar actitudes muy distintas, motivos diversos para hacer lo que hacen y formas diferentes de llevar a cabo su negocio. Todo esto me ha dado oportunidad de tener una visión más integral para saber cómo liderar mi equipo.
Nuestra visión de agencia es tener a las mejores mentes trabajando en un gran proyecto. Desde el momento en que se fundó la agencia siempre he pretendido construir un lugar en el que el mejor y apasionado talento venga a poder explotar sus habilidades.
Los organigramas son parte fundamental para estructurar la operación de una empresa, tardé varios años en comprenderlo y aún sigo en ese proceso. Honestamente toda mi experiencia vivida ha sido en base de chocar contra pared de acero, una y otra vez para levantarme todo el tiempo y quitarme los golpes para seguir avanzando.
Hoy he comprendido que las empresas deben evolucionar de una estructura vertical a una horizontal donde todos colaboremos bajo un mismo norte. Las estructuras verticales separan equipos, los jefes se vuelven seres inalcanzables que no se rozan con los “mortales”. Parece una serie de máquinas y procesos en fábricas con las áreas aisladas unas de otras, donde nadie tiene la camiseta puesta y donde no existe la mínima identidad de equipo. Las consecuencias serán, en el mejor de los casos, la rotación de gente y desmotivación.
En cambio, una estructura horizontal y sin puertas, con áreas abiertas para todos genera una atmósfera de colaboración donde cada integrante de la empresa es valioso, respetado y un ser vital para el funcionamiento de la misma.
Bajo mi gestión en la agencia que dirijo he aprendido muchísimo de los chavos, fuera y dentro del trabajo. David Ogilvy, publicista legendario a nivel mundial dijo alguna vez “Hazte una buena reputación creativa y contrata a gente más creativa que tú”. Esto es lo que he pretendido siempre: dejar a un lado el ego o el miedo de que alguien bajo tu gestión sea mejor que tú.
Dentro de la agencia siempre buscamos dar un extra, hacemos el enorme esfuerzo por contribuir para la capacitación de nuestros colaboradores y se vuelvan fregones. El conocimiento es la mejor arma para la competitividad en una jungla donde se lucha para ganar una cuenta. Debe ser algo compartido para crear sinergia y obtener resultados dignos de reconocimiento, aplausos y hasta premios.
Hay empresas que se niegan a invertir en conocimiento para sus colaboradores por el miedo de apostar por ellos, porque quizá el día de mañana se vayan a otra empresa o inicien un proyecto personal. Nada más vacío y arriesgado que pensar así. Más miedo les debería dar si su gente se queda y no saben más, si no aprenden y se vuelven en una simple persona enlistada en la nómina de mes tras mes. Invertir en desarrollar el talento de tu gente puede que también sea un riesgo, pero definitivamente esto genera lealtad y agradecimiento por parte de ellos.
Cuántos “jefes” reprimen a sus equipos con conocimiento para que sus colaborares no sepan más que uno y poderlos mover a su antojo. ¡Vaya mediocridad y visión de asno! Lo he visto uno y otra vez. En este mundo no se puede crecer si no lo hacemos todos juntos.
Lo que siempre es constante es el cambio. Es importante estar siempre en evolución para que tanto dueños como directores de RH no solo busquen técnicas mecánicas y métodos ancestrales para retener el mejor talento dentro de la empresa. Antes que nada son personas que tienen necesidades, sueños, deseos, miedos, momentos de desaliento. No por nada se llama recursos “humanos”. Se trata de lograr que las personas busquen de forma voluntaria permanecer en un sitio, en un centro de trabajo que los permita desarrollarse integralmente.
Y no está de más mencionar lo crucial que es tratar también a los proveedores, aquellos que permiten el buen funcionamiento de una compañía. En muchas ocasiones son el motor de operación bajo un esquema de outsourcing al cual necesitamos otorgar el mismo trato, al final día son parte del mismo equipo. Hay compañías que creen que los proveedores son desechables, que se va uno y llega otro, que no generan valor, sin darse cuenta en lo equivocados que están. Todos los que tocan y viven tu empresa, en mayor o menor medida, son parte del equipo. Tener una empresa debe ser sinónimo de formar una familia y desarrollar el talento para maximizar sus habilidades.
Sin las personas que actualmente forman Figallo, la agencia no sería absolutamente nada. La gente, el equipo, las ganas y la entrega de partirse la madre todos los días hace que seamos la agencia que somos hoy.
¡Agradecido con la vida y más con mi equipo! Hay muchas variables en el éxito, a todos nos tocan circunstancias diferentes. Hay quienes empiezan picando piedra, y habrá quien tiene en las manos la oportunidad de brillar y codearse con los mejores desde que está en la universidad. Para mí las cosas buenas, y también las no muy afortunadas, las he hecho por estar con gente chingona a mi alrededor. Por eso sé el valor que tiene cada persona que llega a esta agencia buscando ser parte de un mismo sueño.