Una marca, igual que un ente vivo, cambia con el tiempo. Esta evolución no sólo toca aspectos como el cambio de una estrategia, sus valores o incluso su personalidad, sino que también se refleja en su identidad gráfica, la cual implica su logotipo y colores, entre muchas otras cosas. Esto último está asociado al restyling, proceso por el cual una firma modifica su aspecto. Sin embargo, ¿cuáles son las prácticas que hay que evitar cuando se lleva a cabo? Precisamente en las siguientes líneas hablaremos al respecto.
Un restyling implica una profunda investigación. La finalidad es, en una primera instancia, conocer cuándo es el mejor momento para realizar la transición en el cambio de imagen de la marca, pero también para saber qué es lo que ha dejado de funcionar y qué qué será conveniente incluir. Realizar cualquier cambio a la ligera puede al final de cuentas resultar contraproducente, además de que puede perjudicar la contrucción del branding de la firma
En la investigación que se realiza como parte del restyling es necesario también conocer qué tendencias son las que mejor se pueden adecuar a al cambio que queremos para la marca, cuáles resultarían más atractivas y, por supuesto, cuáles tendrían mejor aceptación entre el público meta. Hacer transformaciones sólo por un mero gusto también puede resultar un error serio al momento de llevar a cabo este proceso.
Definitivamente no medir cuál sería la aceptación que tendría la modificación de la identidad gráfica de una marca puede ser otro de los errores comunes que se habrán de evitar. Es fundamental estar seguros de que el cambio tendrá un impacto positivo en la mente del consumidor.
Cambiar la imagen de un día para otro puede ser otros de los errores que se deben evitar en el proceso de restyling. Esta transformación se tiene que llevar de manera mesurada, con la finalidad de que el cliente asimile la transformación.