En ocasiones no basta con crear un producto innovador; para muchas compañías y emprendedores la creatividad no termina ahí, sino que deben crear un artículo completamente distinto que incluso pertenezca a una categoría que hasta ese momento ni siquiera existía.
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De acuerdo con Jesper Sørensen, profesor de la Universidad de Stanford, esta práctica no garantiza que los inversionistas y consumidores se abalanzarán sobre el producto para financiarlo o comprarlo, ya que un producto completamente nuevo conlleva un gran reto, saberlo comunicar.
Según el experto los consumidores relacionan los productos asignándoles categorías, de esta forma entienden mejor cómo funcionan y para qué sirven. Por ejemplo un nuevo teléfono inteligente no resulta el gadget más innovador del mercado, pero la gente lo adopta rápidamente porque entiende su funcionamiento y le encuentra un sentido.
Los productos que abandonan todas las categorías son difíciles de describir; aquello que es difícil de describir es difícil de entender y las cosas que son difíciles de entender para los consumidores se topan con dos problemas: son ignorados o devaluados.
Esto quiere decir que parte del problema esta relacionado con la forma en que se comunican los productos, si la comunicación es mala la gente no entiende, no los relaciona y por eso fallan. Revisemos un par de casos.
Segway: Es un vehículo de dos ruedas con un sistema de balanceo automático que fue pensado para recorrer cortas distancias usando el menor espacio posible. La idea parecía tan buena que hasta algunos gobiernos compraron varias unidades para equipar a los policías, sin embargo la ciudadanía no lo aceptó del todo, no es tan práctico como se creía.
Divacup: Un producto para la higiene femenina que sustituye a las toallas sanitarias. Es una especie de copa que se introduce en la vagina para atrapar los fluidos menstruales. Por obvias razones las consumidoras no lo aceptaron.