Desde hace días traigo esa frase en la mente, primero por el tema político, luego por algunos elementos que pude ver en el mundial y por último por la pregunta de una alumna de la maestría en marketing político, donde me consultaba si las historias de debilidad se han puesto de moda.
Hace unos meses en medio de las elecciones, escribía para otro medio lo que denominé “política para indignados”, un concepto que además de las obviedades que sugiere el nombre, propone ciertos perfiles de actuación, en donde claro está, se presentan conductas de rebeldía, crítica severa y mofa, cuestionamiento sin descanso y simulación, por citar algunos.
Luego sucedieron las elecciones, me di cuenta que si bien es cierto el concepto y la columna siguen en pie, al ver una participación tan fluida en las casillas, me di cuenta que la “indignación” es un motor que nos direcciona a una idea central: “deseamos creer”.
Es lógico desear que existan buenos gobiernos (solamente un loco desearía que nos vaya mal), por lo que una de las primeras tareas esta hecha, pues el punto de la participación electoral se ha cubierto. Ahora es necesario ver que existen otros paradigmas por el cual dejamos de creer, les tengo que contar que mucho del desanimo proviene del marketing.
Les cuento en donde radica la parte del delito. Al igual que en la política hemos subestimado a los compradores, por mucho tiempo les dijimos mentiras por medio de campañas publicitarias y en ocasiones nos preguntamos por qué se han vuelto tan hooligans en las redes sociales.
Les decimos a nuestro manuales que los empleados son la base de las empresa y si pudiéramos exprimir sus lagrimas para comercializarlas, lo haríamos sin miramiento. Dicen que en casa de herrero, cuchillo de palo, y nada más recurrente en el mundo del marketing que tal situación.
Hace meses me molesté por un inbox en donde me pedían referencias sobre una bella mercadáloga, luego cuando sentí que lo que buscaban era una “modelo”, decidí ser precavido y no pasar ningún nombre. Lo anterior terminó feo, el show de la conversación fue cuando me dijeron: “hace mucha falta que los mercas se hagan buena merca, se escuchan cosas muy chafas de ustedes”.
En medio del coraje, dije, claro, -vas por la vida pidiendo “acompañantes” y cuando alguien no te pasa el contacto de colegas guapas, lo último que queda es ponerle gasolina a la discusión, arrojar un cerillo al sector e irse altanero-.
Cuando me calmé, me di tiempo de recapitular, escribir, anotar ideas para campañas y para detenerme a considerar si la frase posee algo de cierto. Considero que solamente una parte pequeña del gremio es chafa, pero reconozco que si existen prácticas muy a la gánster que nos hacen perder prestigio de forma colectiva.
Todos queremos creer, nos toca generar cambios positivos en la industria para que podamos confiar, creer y crear. Les comparto mis conclusiones:
- Cumplir lo pactado.
- Cerciorarse de que lo pactado es precisamente lo que se busca.
- Valorar el trabajo y valorar el pago, es decir, atender a la fuente del pago con la mejor de las maneras.
- Evitar relaciones enfermizas, si un cliente te saca de quicio tal vez sea el momento de ir tras otros o de convertirse en niño grande y ver los motivos de tu falta de auto-gobierno.
- Si vive de la estafa recuerde que la cadena alimenticia es un ciclo, así que sin llorar.