La primera vez que escuché el término en una entrevista realizada a Raimon Samsó, pensé que se trataba de una artimaña retórica para llamar la atención del auditorio. Después, puse más atención a su descripción, me enganchó y decidí investigar más sobre el asunto. Quedé sorprendido.
No me costó mucho entender que el Marketing Espiritual es más que un simple término y que va mucho más allá de la noción utópica y mística que nos viene a la mente cuando lo escuchamos. Hoy en día, son cada vez más las compañías que ponen su enfoque no sólo en el ámbito material, sino además en el espiritual. Que tienen como objetivo el bien común, antes que el vender por vender, y con ello lograr una relación verdaderamente estrecha con su cliente o buyer persona.
Samsó lo describe como la labor que hacemos para el cliente ideal, con la intensión de servirle por encima del ingreso económico. El servicio como una obsesión por cumplir, e incluso, por rebasar las expectativas del comprador. Una filosofía que antepone el bienestar y la satisfacción del cliente con un producto adecuado, que realmente requiera, antes de tener al ingreso económico como principal fin.
Es decir; en el Marketing Espiritual es más importante la persona que cerrar la venta, pretende ir más allá del top of mind para realmente conectar. Aceptar devoluciones sin preguntas y otorgar la satisfacción total como objetivo. Su misión es ayudar al cliente ideal a mejorar su vida con productos o servicios, siendo estos últimos un recurso y no el fin. Eso implica el empleo de muchos contenidos gratuitos, productos o servicios con gran valor para quien los recibe, y una comunicación clara y transparente para crear una verdadera relación a largo plazo, algo que poquísimas marcas han logrado a lo largo de los años.
Aunque existe ya mucha información e interpretaciones del Marketing Espiritual, a quien muchos han llamado también Marketing 3.0, podemos acotarlo con las 4 premisas que lo rigen:
- La empresa es una entidad con vida propia.
En el ámbito espiritual, todo aquello que tiene energía, tiene vida. Así, la empresa también tiene un ciclo de vida y con ello, un propósito, una función en el mundo. Su plan siempre deberá ir encausado a resolver una necesidad o un dolor por medio de su producto o servicio. Ese es su propósito esencial y eso le redituará económicamente como resultado. - La marca actúa en función de sus valores.
Así como en la espiritualidad existen valores que guían nuestros pasos por la vida, en el Marketing Espiritual las marcas también proceden conforme a sus valores morales, entre los que deben destacar la honestidad, la verdad, el respeto, el amor al prójimo (su cliente) y la integridad. Los valores de la empresa lo impregnan todo. - Equilibrio entre cuerpo y mente.
Aunque parezca una máxima del yoga, muchas nuevas compañías entienden bien que los bienes materiales y los espirituales van de la mano. Un bien material deberá causar un efecto benéfico en nuestra mente, crear emociones positivas para que sea realmente valioso y útil. Buscamos alimentos saludables no solo para tener un cuerpo sano, sino porque eso implicará también una sensación de bienestar, evita el surgimiento de males y mantiene una mente sana. Con los servicios que contratamos, deseamos vivir experiencias que alimenten nuestro espíritu y generen sentimientos positivos que después podamos compartir y recordar. - La Gratitud como materia prima.
La gratitud crea felicidad y con la felicidad surge el éxito. En el Marketing Espiritual la gratitud tiene una doble vía, pues recompensa tanto al dar como al recibir. Es la fuerza más potente con la que podemos contar. Es también el pago espiritual más valioso de un cliente satisfecho. Un comprador agradecido es leal a la marca que lo ayudó y la sigue, la hace parte de su vida. La marca, por su parte, también con la gratitud reconoce la preferencia de sus compradores.