Esta semana seré rudo pero sincero: la vergüenza y el temor al “qué dirán” que tenemos en nuestra cultura, perforan nuestros bolsillos.
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Preferimos pagar el precio normal, que sacar de nuestra cartera un arrugado cupón de descuento en el supermercado, no chistar siquiera cuando nos suben la luz, el pago de las colegiaturas, la caseta de peaje o el estacionamiento, no vaya ser que piensen que somos unos “rotos” o “muertos de hambre” y no tenemos ni siquiera para pagar esos menesteres.
Las compañías, los locales comerciales, los prestadores de servicios e instituciones gubernamentales aprovechan bien esta situación. Pagamos ropa cara, impuestos altos en automóviles, tiempo aire de telefonía celular e internet deficiente y costoso, servicios médicos y hospitalarios onerosísimos. Quizá, en éste último, argumentemos que nuestra salud bien lo vale, y eso no se discute, pero si el hecho de no levantar la mano o meditar si el servicio que recibimos no va acorde a nuestra inversión.
Todo esto inhibe estrategias de marketing, principalmente BTL, que en otros países son exitosísimas y muy valiosas, tanto para las marcas como para su mercado, como es el caso de los cupones de descuento, ya sean electrónicos o físicos. Por otra parte, en la mayor parte de las veces no hay un racionamiento sobre si el precio que pagamos por el café es equitativo, si lo vale por su calidad o pagamos la marca, por blofear y mostrar a los demás que la consumimos.
El mercado mexicano es principalmente aspiracional y buscamos mostrar un status, ya sea con el modelo de teléfono celular en el caso de ciertos niveles socioeconómicos o con el automóvil que tengamos. El tamaño de nuestra casa no es tan importante como el tamaño del vehículo, tenemos una ipad antes que otros bienes.
Ya sé que por ejemplo, en los Estados Unidos la gente pasa toda su vida pagando su casa y su coche, pero la mercadotecnia vive en estado puro y las marcas se topan con un mercado exigente que debate los valores que recibe.
La aspiración a un cierto status, es un comportamiento normal, al menos en el mundo capitalista, y está en todo el mundo, pero el cuestionamiento sobre rubros tan importantes como una adecuada relación costo-beneficio y el proporcionado valor de los servicios prestados, así como la búsqueda de un ahorro inteligente por parte de los compradores, orilla a las compañías a desarrollar estrategias de mercadotecnia más eficientes, así como productos y servicios que desquiten su costo, creando una relación de conveniencia mutua, así como una correspondencia a largo plazo con su target.
