De acuerdo con CNN, un mensaje urgente se alza desde las entrañas de la economía estadounidense: Dollar General, el gigante minorista con más de 20,000 tiendas en zonas rurales, ha encendido las alarmas. Sus clientes principales —hogares con ingresos menores a $40,000 USD anuales— están al borde del precipicio financiero. La empresa, considerada un termómetro del bienestar de las clases trabajadoras, reveló en su último informe trimestral que las presiones inflacionarias, sumadas a las políticas arancelarias de la era Trump, están erosionando hasta los cimientos del consumo básico. Pero, ¿cómo una cadena diseñada para resistir crisis se convirtió en víctima de la misma tormenta que pretendía navegar?
El colapso silencioso: inflación y la paradoja de los “Esenciales”
La narrativa de Dollar General siempre se ha construido sobre una promesa sencilla: productos baratos para presupuestos ajustados. Sin embargo, en febrero de 2025, su CEO, Todd Vasos, admitió lo impensable: incluso los artículos básicos —desde jabón hasta alimentos enlatados— están fuera del alcance de millones. “Nuestros clientes sacrifican hasta lo indispensable”, declaró durante la conferencia de resultados.
Los números no mienten. Las ventas en tiendas con más de un año de operación crecieron apenas un 1.2% en el último trimestre, un ritmo anémico para un negocio que florece en la adversidad. La razón es un cóctel tóxico: la inflación, que tras enfriarse levemente en febrero, sigue devorando el 30% del ingreso promedio de sus compradores, según datos de Moody’s Analytics. Mientras los hogares de altos ingresos aumentaron su gasto en un 12% entre 2023 y 2024, las clases media y trabajadora recortaron el suyo. La brecha no es económica; es existencial.
Pero aquí yace la ironía: Dollar General, símbolo de la resiliencia en la América rural, ahora enfrenta un éxodo de su propia base. Los clientes no huyen por falta de lealtad, sino por falta de dinero. Cuando un dólar ya no rinde ni para lo esencial, ni siquiera los precios de Dollar General son suficientes.
Trump, los Aranceles y el circulo vicioso de los precios
En medio de este panorama, otro fantasma reaparece: los aranceles a productos importados, impulsados durante el gobierno de Donald Trump y que podrían reinstaurarse. Dollar General admitió que estas medidas —diseñadas para proteger la industria local— podrían forzarla a subir precios, ahogando aún más a sus clientes. La empresa afirma estar “bien posicionada” para mitigar el impacto, como lo hizo entre 2018 y 2019. No obstante, la historia revela un patrón preocupante: en aquellos años, los aumentos de precios fueron inevitables, y hoy, con una base consumidora más frágil, el margen de maniobra es casi nulo.
Trump, en una entrevista con Fox News, se negó a descartar una recesión en 2025, alimentando una ola de ventas en Wall Street. Pero mientras los mercados tiemblan, la verdadera crisis se cuece en los pasillos de Dollar General, donde cada aumento de 10 centavos en una lata de sopa equivale a una elección desgarradora: comer o pagar la luz.
El mito del “Trade-Down”
Paradójicamente, Dollar General ha visto un aumento de clientes de ingresos medios —aquellos que ganan hasta $100,000 USD anuales—, quienes, según Kohl’s, están “tan limitados como los de menores recursos”. Ashley Buchanan, CEO de Kohl’s, lo resumió con crudeza: para quienes ganan menos de $50,000 USD, la situación es “extremadamente desafiante”. Delta Air Lines, otra víctima colateral, recortó su pronóstico de ganancias ante la caída en la demanda de viajes, señal de que el miedo a gastar permea todos los estratos.
Este fenómeno del trade-down —consumidores que migran a opciones más baratas— no es un salvavidas para Dollar General, sino un síntoma de una enfermedad mayor. La cadena se ahoga en su propio éxito: su modelo, dependiente de la austeridad crónica de sus compradores, choca contra un techo cuando la austeridad se convierte en indigencia.
El dilema estructural: 20,434 tiendas y un mercado que se encoge
Con casi las mismas ubicaciones que Walmart (4,616) y Starbucks (16,482) juntos en Estados Unidos, Dollar General (20,434) domina geográficamente la América rural. Pero aquí surge un problema de escala: su expansión agresiva —5,000 tiendas abiertas en la última década— asumía un crecimiento perpetuo del consumo bajo. La realidad es distinta. La base de clientes no solo se reduce, sino que su capacidad de gasto se desvanece. Mientras, la competencia de Walmart y Amazon (que llevan años optimizando precios y logística en zonas urbanas) deja a Dollar General atrapada en un mercado que se contrae.
Además, la saturación de tiendas en áreas rurales genera otro efecto perverso: canibalización. Cuando hay tres Dollar Generals en un radio de 10 millas, ninguna logra capturar suficientes ventas para justificar su existencia.
¿Puede Dollar General Reinventarse sin Traicionar su ADN?
La advertencia de Dollar General no es solo un lamento corporativo; es un reflejo de la fractura social en Estados Unidos. La empresa se encuentra en una encrucijada: mantener precios ultra bajos implica asfixiar sus márgenes, pero subirlos significa expulsar a quienes más la necesitan.
La solución podría estar en un reequilibrio radical. En primer lugar, diversificar su base de clientes sin alienar a los existentes: introducir productos de mayor calidad a precios competitivos para atraer a la clase media, sin abandonar los esenciales. En segundo lugar, presión política: abogar por subsidios gubernamentales para artículos de primera necesidad, tal como hacen las cadenas de farmacias con medicamentos. Por último, innovar en logística: reducir costos mediante acuerdos directos con productores locales, evitando los aranceles.
Como escribió el economista Joseph Stiglitz en su libro El Precio de la Desigualdad:
“Cuando el sistema se basa en explotar la pobreza, tarde o temprano, la pobreza devora al sistema”.
Dollar General, en su lucha por sobrevivir, debe decidir si seguirá siendo testigo pasivo del colapso de sus clientes o se transformará en un actor que desafíe las estructuras que los oprimen. La respuesta definirá no solo su futuro, sino el de una América que ya no puede permitirse ni un dólar de más.