A veces he sentido unas ganas desmedidas de volver a casa, de regresar a Monterrey. El olor de la cocina en casa de mis papás es muy particular. La nostalgia de dormir en mi antiguo cuarto y ver la decoración de esa habitación, es como un imán para querer tomar el primer vuelo que encuentre.
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Llegar a la ciudad, bajar del avión con prisa por sentir el calor en la cara y prender el celular para avisarle a los amigos que ya estoy ahí no se compara con nada. Es 100% identificable sentirse en casa.
Sin embargo, sé que no soy la única con este sentimiento, pues le sucede a cualquier persona que vive fuera de su ciudad natal. Y sin caer en detalles físicos como el clima o la altura del lugar, el verdadero motivo de añoranza que nos hace actuar impulsivamente, son la familia y los amigos.
Nuestros actos se dan por el sentimiento que otros nos provocan, por eso normalmente estamos donde están esos sentimientos.
Esta premisa es sumamente importante cuando se trata de hacer shopper marketing, porque la razones para actuar en nuestra faceta de compradores, se convierten en insights puros provenientes de nuestras emociones y sentimientos.
Nadie compra un boleto de avión por una razón, sino por una emoción. Nadie se mete en un mercado clandestino y peligroso, a menos que sea una aventura compartida con amigas para encontrar el secreto de las bolsas clonadas. Nadie compra un CD de música “popular” si no se tiene un amigo que comparta el gusto culposo.
Nuestro verdadero motivo de vivir un estado de compras es la experiencia que compartimos con alguien. Lo que hacemos, las decisiones que tomamos y todo lo que compramos, siempre está pensando en alguien más. Pruébalo ahora mismo.
La poderosa imaginación nos transporta al momento en el que aquello que compramos lo estamos disfrutando con otros o para gusto de otros.
Existen algunos estudios, sobre el comportamiento de compras femenino, en los que se menciona que más del 80% de los productos que se hacen en todo el mundo, son comprados por mujeres. Lo curioso es que no todos son productos femeninos y es ahí donde esta información nos confirma que no compramos para nosotras mismas sino por amor a los demás.
Interesante es también pensar en los motivos que tenemos para dejar de comprar algo en particular. Dejar viejos hábitos de compra es difícil, a menos que tengamos una emoción que nos provoque hacerlo. Por ejemplo, se puede dejar de comprar un perfume porque nos recuerda una relación amorosa pasada. Claro, no sin antes comentar la situación con alguna amiga o hermana.
Las mujeres somos muy sociables y nos hace sentir mejor compartir nuestras experiencias y opiniones con respecto a todo lo que vivimos. Así, motivadas por un sentimiento que compartimos con otros, podemos obtener razones de peso para actuar a favor o en contra de la compra y consumo de casi cualquier cosa.
Las mujeres siempre vamos a evaluar cómo nuestras decisiones de compra afectarán a nuestros seres más queridos, pues compramos en nombre de todos los que nos rodean y por último, en nuestro propio nombre.
Creo que en materia de shopper marketing y considerando la importancia de las emociones, todavía tenemos un reto superior a cualquier estrategia de mensajes y visibilidad que podamos desarrollar. Son los corazones que extrañan un lugar, o un sentimiento nacional, una ideología, un ambiente familiar o de amistad.
El estudio de caso fue con mujeres, pero en general todos compramos por una emoción, así que utilicemos esto a nuestro favor para hacer sentir bien a nuestros shoppers y además garantizar el éxito en la detonación de una compra.
