En días pasados, hemos sido testigos de la gran lapidación hacia el presidente por los plagios hallados en su tesis. Pero lo más preocupante es que los famosos “fusiles”, son más concurridos precisamente en nuestra industria.
Nunca defenderé el plagio de una obra intelectual, y al igual que la gran mayoría, repruebo un acto que pisotea de manera prosaica el respeto por el trabajo ajeno.
La comunicación y la mercadotecnia son campos que emplean a las ideas como materia prima. En ellas, está su belleza y al mismo tiempo su flaqueza. Pues por un lado, vemos como con gran creatividad surgen nuevas formas de comunicar y somos seducidos por contenidos bien pensados y llenos de arte. Pero por otro, somos también testigos de un sinfín de ideas robadas y burdamente manoseadas. Las marcas pagan la falta de ética o de profesionalismo de sus agencias. O bien las agencias, la ausencia de talento y confiabilidad de sus creativos.
Lo mismo sucede en las redes sociales, una frase o mensaje que tuvo éxito, es usado y reusado por otros sin remordimiento ni empacho, justo en una industria cuya piedra angular deben ser las ideas y una comunicación eficaz e innovadora.
Al leer el malestar expresado en tantos artículos y comentarios a raíz del famoso plagio, inevitablemente vinieron a mi mente varios casos de “fusiles” en el ámbito profesional, y con ello, una reflexión sobre si eran menos graves o no, que los encontrados una tesis universitaria. Si eran dignos de ser también lapidados o castigados. Y también, si debíamos comenzar a barrer la casa primero, para juzgar después. Si estas acciones pueden prevenirse desde los primeros años de educación en las escuelas y con las familias, y además, si deben ser reprobadas y reprochadas por quienes reciben ideas plagiadas como propuestas por las que de hecho, están pagando.
La respuesta en todos los casos es: si. Seamos exigentes primero con nosotros mismos y comenzaremos a terminar con una costumbre tan arraigada, al grado de notar que es acción “no tan grave” para muchos e “irrelevante” para muchos más.
Al plagiar una conducta ética y de respeto a las obras intelectuales ajenas, estaremos con ello abonando un campo fértil para más y mejores ideas. Algo que a todos nos conviene en demasía y es justo para quienes sí crean. Así que si de copiar se trata, que sea sólo el buen ejemplo y el respeto a la invención ajena.