El mundo se mueve y dentro de sus movimientos es inevitable que incluso instituciones como la iglesia queden exentas de los cambios. La religión es una de las aristas sociales de las cuales podemos sacar mayor aprendizaje, tanto en la manera en la que propagan los mensajes, como en la forma en que publicitan dichos contenidos.
Hace una década tuve la oportunidad de hacer una estadía estudiantil en Francia para aprender el idioma, estuve varios meses en Paris y otros tantos en diferentes ciudades. En dicha visita me sorprendí como los destinos turísticos franceses van más allá de las marcas de gobierno en turno, para sí consolidarse por una identidad que sobrepasa ideologías partidistas, aunado a lo anterior, existe un verdadero fomento por los atractivos y productos turísticos y culturales.
Los atractivos, los monumentos, recintos y sitios religiosos, ocupan un lugar privilegiado para los turistas, en el año 2010 la Organización Mundial de Turismo aseguraba que anualmente se trasladan 300 millones de viajeros en el mundo, cifra que ha ido en ascenso en los años consecutivos, pues como he mencionado en columnas anteriores, el turismo se ha incrementado y catapultado como una actividad casi obligatoria.
La Basílica de Guadalupe, el Vaticano y el camino de Santiago de Compostela, son claros ejemplos de las oleadas de turistas religiosos que a diario le dan vida a estos espacios, circuitos y ciudades. En el país, el escenario es aun más pronunciado, puedo atreverme a decir que no existe ciudad mexicana que no presente dentro de sus opciones un recinto religioso, que sea visitado además de por los locales, por los viajeros.
Durante la visita por Francia gratamente pude ver una campaña en una pequeña iglesia, en donde se colocaron afiches para hacer citas para confesión vía telefónica. Volantes, carteles y hasta una lada especial, servían como un vínculo entre las nuevas generaciones (que dicho sea de paso, en aquellos entonces con el entronamiento de Benedicto estaban muy distantes).
Notre Dame es otro ejemplo de cómo ponerle marketing a las iglesias, ya sea por su logística de recorrido, por los negocios satélites que están a sus inmediaciones o por la monedas conmemorativas que puedes obtenerse de maquinas colocadas al interior del santuario.
Hace unos meses mi mamá fue a Colombia, a su regreso me dispuse a ver las fotos de su celular, la sorpresa fue ver varias iglesias, buena en realidad no es nada nuevo pues suele ser muy devota, en un viaje anterior la acompañe y visitamos la Catedral de Sal, lo que me sorprendió de sus fotos fue una iglesia donde había televisores y un sistema de audio salido de Cinépolis.
Unos meses atrás, viajé como juez de un concurso culinario a un pueblo mágico llamado Pinos, fue increíble encontrarme en una de sus tantas iglesias, una campaña para que las personas no usen el celular en el templo. Justo en el mismo viaje, presencié una plática preparatoria para el sacramento de comunión, ahí el sacerdote les contaba a los asistentes la importancia de la tecnología y la información, les compartía un hecho suscitado en la mañana de ese día, y les retaba con la siguiente frase: “Tenemos ahora todo al alcance, podemos buscar sobre cualquier tema, no existe una aplicación que al picarle nos de la plenitud. Por lo que debemos de usar todo aquello que este a nuestro alcance para hacer la diferencia”. –Coincido totalmente con el clérigo, justo su declaración es hacer marketing.