Marketing del holocausto

Arturo González, columnista InformaBTL
Hace unos meses atrás, después de un acalorado malentendido en mi muro de Facebook, por una frase que publiqué bajo el “alter ego” denominado San Arturito de Asís, llegué a investigar acerca del marketing del holocausto

Hace unos meses atrás, después de un acalorado malentendido en mi muro de Facebook, por una frase que publiqué bajo el “alter ego” denominado San Arturito de Asís, llegué a investigar acerca del marketing del holocausto, pues dentro de los comentarios se mencionaba que mi frase era un excelente ejemplo, se las comparto para que entren en materia:

“Como buen franciscano amo a todos los animales, menos a los enfadosos, a esos ni Dios los quiere”  San Arturito de Asís.

El mercado del morbo es prácticamente uno en donde todos cabemos, otro segmento es el de los obsesivos por la belleza, el dinero o cualquier tipo de voracidad, también existe el target de los desalmados que evidencian su personalidad despiadada en cualquier oportunidad, y por último los manipuladores, que a ciencia cierta es uno de los elementos mayormente empleados en el holocausto.

Una clave para detectar este tipo de marketing, es que en el se polarizan los perfiles, por ejemplo, los empleados y los dueños, las estrellas y sus fans, o las marcas y sus consumidores. Existe una distancia abismal que hemos aceptado e incluso pactado, una masificación en el que podemos dar roles generales para que nuestra interpretación sea básica y reducida.

Otra situación aunque parezca contradictoria es aquella que se basa en reducir el abismo que comento en el párrafo anterior, hasta convertirse en un mismo perfil, algunos ejemplos son como las personas comunes y corrientes se han convertido en marcas, las cuales despliegan campañas empíricas desde sus redes, lo que da pie a otro ejemplo, el de fotógrafo-modelo, en donde se es obra, lienzo y al mismo tiempo artista.

“Esto es el marketing del Holocausto, durante las 24 horas del día, por el resto de nuestras vidas, la gente que está en el poder, están trabajando con mucho empeño, atontándonos, hasta la muerte. Entonces, para defendernos a nosotros mismos, y luchar para no asimilar este atontamiento en nuestros procesadores mentales, debemos aprender a leer, a estimular nuestra propia imaginación, a cultivar nuestra consciencia, nuestro propio sistema de creencias. Todos necesitamos estas habilidades, para defender, para preservar, nuestras mentes”.

El anterior párrafo esta extraído de la escena de una película llamada “Indiferencia”, la cual revela más detalles acerca de este interesante modelo, les anexo el video para que lo disfruten enterito y sin albur.

En nuestro país existe mucho material de donde cortar, antes del video utilice el albur, lo hice deliberadamente pues aunque sabemos que es “políticamente incorrecto”, lo usamos como un método de interacción, lo que nos revela la parte fundamental del marketing del holocausto, describiéndola como una comunicación obsesiva que se basa en estar por encima de los demás, sin importar el esquema de valores que se tengan que estropear para conseguirlo.

Como lo advierte el video, creer en sentencias contrarias al mismo tiempo, o confiar deliberadamente en falsedades, es un esquema en el cual muchas marcas, vidas e ideologías se rigen, pero también es cierto que muchas otras están buscando atender los nichos de aquellos que se instruyen, los que no creen en la necesidad excesiva de cirugías plásticas o anabólicos, los que evitan comprar artículos elaborados por medio del dolor o trabajo infantil, entre muchos postulados. Sin embargo, aun en este proceso de mercado, se edifican propuestas para los “wannabes” neo-ilustrados, por lo que la espiral seguirá, pues desde mi óptica la indiferencia es parte de la naturaleza humana, y esa cualidad esta más allá del bien y del mal, como lo diría Nietzsche.

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