Diciembre es un mes complejo, tenemos la cabeza en navidad, el enmarañado tráfico en las calles y gran parte de nuestro tiempo ocupado en los festejos y en los preparativos de las ansiadas vacaciones. Pasado el día 15, muchos lo consideran poco productivo, el año se ha ido como agua en el último trimestre y lo que no se planeó a tiempo, suele patearse para enero.
Sin embargo, el último mes del año es también un período clave para muchos productos y servicios, como en los obvios casos de la industria juguetera, las bebidas alcohólicas y ciertos alimentos, que libran una feroz batalla en los anaqueles de los supermercados y tiendas para estar en mejores ubicaciones del planograma, más visibles, con mejor material POP y en muchos casos, acompañados de atractivos descuentos o ligados a una promoción cruzada con un producto o servicio afín.
En el caso de varios productos o servicios, ya es un período muerto, lo que no se hizo antes, será prácticamente inútil llevarlo a cabo ahora. En el campo del turismo que ya está todo planeado y comprado, aún deberán considerarse a aquellos que dejaron todo para el último, o bien, que no tenían nada planeado y al final tienen encima unas vacaciones que no desean dejar pasar. Es entonces el momento ideal para darles el último empujón para que adquieran el medio de transporte, hotel, alimentos y atracciones.
El campo de batalla de la comunicación para inicios de mes ya está saturado, nuestro cerebro aturdido elegirá sólo aquellos mensajes que le hagan click, que se relacionen directamente con una necesidad o que considere como una gran oportunidad. Pero también entran las emociones, esas que afloran cuando caen en las cuentas bancarias los bienaventurados aguinaldos, y que son propicias para que seamos seducidos por las “bondades” que ofrecen las instituciones de crédito y bancarias a cambio de darle incesante uso a sus plásticos.
Este último mes es también clave para que muchas marcas logren los objetivos de venta del año. Para que pongan todas las canicas en las últimas semanas. Se aproximan épocas de vacas flacas; enero y febrero dictan una austeridad obligada, producto de los excesos de fin de año. En marzo ya estamos pensando en la temporada de semana santa. Es en el doceavo mes en el que hay dinero, en el que brotan los sentimientos para dar y recibir; de gastar, para ser más precisos. Del famoso “yo lo me lo merezco, que para eso trabajo tanto.”
Es diciembre entonces un mes de cosecha para las industrias. Una etapa para ejecutar estrategias que no buscan un mayor crecimiento en el consumismo, que lo habrá, sino de “jalar agua para el molino propio”. De hacerse de un porcentaje de ese aguinaldo o del presupuesto que se destina para dar a los seres queridos algo que materialice su afecto.
Ya vendrán otras oportunidades como el 14 de febrero, el verano, el día de la madre, el día del niño, El Buen Fin o cualquier otra fecha que podamos aprovechar. Mientras tanto, es tiempo de ver resultados y hacer, si es necesario, últimos ajustes de lo que se debió haber comenzado desde noviembre.
¡Muy feliz Navidad, época de paz, amor, grandes ventas para los más audaces y gastos descontrolados para los menos racionales!