En el BTL, se vende con una visión negativa o positiva del consumo. Algunos venden actitudes ligeras, formas de observar el mundo, irrealidad o evasión. Si la marca sobresale en su punto de venta, y en torno a ella no importa si sólo se vende papelería, pues el diseño, el branding, es lo relevante. Entonces se vende un nombre, una manera de consumir de lo más cool.
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Hay toda clase de productos que inciden en el día a día; forman parte de una visión del mundo, más de un anhelo que de una realidad. Por eso es que lo cool está de moda, que los consumos se enfocan al “se ve cool”, motivación suficiente para comprar algo.
Basta recordar aquella caricatura de los 90 donde un par de personajes Beavis and Buthead, a todo decían que era “cool”, como en México se traduce como “genial”, pero se parece más a decir “chido”, y es a esos clientes que el BTL se dirige también, a aquellos que se acercan a tipos de consumos despreocupados, ligeros, sin más ánimo que comprar algo poco problemático.
Mientras que “cool” hace referencia a adjetivo un estilo de jazz surgido a finales de los años cuarenta, con un ritmo menos complejo que el be-bop; como adjetivo se refiere a que está de moda o resulta atractivo.
A los consumidores juveniles les va muy bien este tipo de productos, por ejemplo la marca “kiut”, va dirigido a un sector que antes se denominaba como “fresa”, que buscan productos “bonitos”. En este caso, el BTL auxilia a la marca proporcionándole un nombre a partir del adjetivo que ofrece el contacto con el cliente.
Foto: sokiutblog.blogspot.com