Es cierto, las declaraciones de Trump han afectado a la economía mexicana y no auguran buenos tiempos, pero también nos traen lo que necesitábamos para experimentar “El Despertar Nacional”.
Para entenderlo mejor, es preciso analizar nuestra cultura y eso a nadie nos gusta. Le echamos la culpa de los infortunios a otros, pero eso sí, nos adjudicamos los logros. En el futbol, pierde nuestra Selección Nacional, pero todos ganamos cuando el marcador nos favorece.
Rechazamos nuestros orígenes, despotricamos contra las dos grandísimas culturas de cuya mezcla surgió una identidad sin igual, atractiva para todo el mundo. Entre insultos y despectivos de “indios” y “gachupines”, preferimos mejor alzar la cresta y salpicar de spanglish las reuniones, “pa que vean que si conocemos los términos anglosajones”.
Vemos el apoyo a nuestros destinos turísticos y comunidades, más como una obligación de responsabilidad social, que como activos con características únicas y un gran potencial para ofrecer al mundo. Si, es cierto que tenemos como vecino al país con varios de los destinos más famosos y atractivos del planeta, pero no hemos aprovechado tampoco esa cercanía y el lugar estratégico de México para impulsar más, no sólo el turismo, sino la maquila, las exportaciones y la agricultura. Nos limitamos a afirmar con orgullo ciego que como México no hay dos y volteamos al otro lado para no ver casos de éxito como Costa Rica y Argentina, por ejemplo, que nos pueden inspirar a ser aún mejores.
Le gritamos fuerte a Trump, pero no derribamos el muro que ponemos a nuestros paisanos. Se nos olvida apoyarnos, como lo hicimos en la época de oro del cine mexicano, con cintas enfocadas a inducir más nuestros valores que las penurias del país. Lograr un mayor soporte por parte de las marcas a los buenos contenidos tanto en cine, como en televisión o en radio, y trabajar más en la creación de mejores historias y estrategias que justifiquen y merezcan tales inversiones.
En el fondo, sabemos bien que rechazar marcas norteamericanas dañará más a nuestro país y a las fuentes de empleo y beneficios que generan, que a la popularidad del señor Trump. Que es mejor tenerlas en casa para aprender de ellas y convertirnos en sus principales proveedores, que ya debemos generar nuestros propios combustibles si tenemos tanta materia prima, y que, invertir en nuestra industria, nos hará menos dependientes.
Rescatemos la idea de hacer un México grande de nuevo, pero esta vez de verdad. No como en los años ochentas, cuando López Portillo afirmó que debíamos “aprender a administrar la abundancia” por el auge del petróleo, y nos acostumbramos a una crisis perseverante. Ahora sí, defendamos nuestro porvenir como perros.