Desde la primera vez que analicé un debate presidencial, justo cuando estuve en la universidad, me apasioné por todo ese artificio que hay detrás para convertir a los candidatos en atractivos productos.
El mayor mérito en los debates políticos lo tiene justo el grupo de asesores que trabaja detrás de ellos, los artífices que les crean una imagen holística que contempla desde su “empaque” hasta los fondos y las formas. Cada detalle y cada movimiento afortunado o no, es ó debería ser planeado. El grupo de asesores es el responsable de generar el contenido para ser representado en el escenario. Porque a final de cuentas, es un show donde actúan los candidatos o protagonistas, con la menor improvisación posible. Cada gesticulación, afirmación o negación debe ser calculada. Cada tema, antes bien estudiado.
Desde lo que yo llamo el “empaque” de los candidatos, todo fue proyectado para comunicarnos: el vestido rojo de Hilary Clinton para mostrar más fuerza y carácter, hasta el pin con la bandera de Estados Unidos de Norteamérica que llevaba Donald, para reforzar la imagen de ese nacionalismo exacerbado que representa, y su corbata, ahora azul, que denota mayor serenidad (que también intentó plasmar en su discurso).
Los asesores de Hilary, sabían que sería blanco de una artillería de descalificativos y acusaciones, así que debía estar muy bien preparada para absorberlos con una sonrisa, paciencia y una baraja de datos duros que respalden su discurso. Le añadieron mayor firmeza, trabajaron en su confianza y aprovecharon su experiencia política para ejemplificar sus aseveraciones.
Los asesores de Trump, por su parte, aprovecharon la otra cara de la moneda: que no ha tenido una experiencia política que pueda refutarse y si una experiencia exitosa en el ámbito económico. Por ello, seguramente, le sugirieron referirse siempre a la candidata como “La Secretaria Clinton” remarcando con el título que ella estuvo en el gobierno por más de 30 años sin los resultados que esperaban sus detractores y fue responsable de algunas decisiones controversiales.
La estrategia de una Clinton centrada y paciente, parece haber favorecido a la demócrata y desubicado al candidato republicano, quien probablemente imaginó que podría haberla sacado de sus casillas con facilidad.
Los consejeros de Trump fortalecieron el discurso que ha funcionado muy bien al magnate: el miedo, vestido de futuros riesgos infundados, y en esta ocasión, incorporó a las minorías.
El debate es entonces, una parte significativa de todo ese gran Content Marketing o mejor dicho: Contenido Propagandístico que generan ambos candidatos. Contenido que incluso, ha sido materia prima para aún más contenido comercial, como el que se muestra claramente en el libro de la foto que acompaña a esta columna y qué, es también, el reflejo del trabajo de esa gente tras bambalinas: los artífices.