Quienes nos dedicamos a la industria de la mercadotecnia y la comunicación, tenemos una sola materia prima: las ideas. Sin ellas, toda la logística, la planeación, la producción, la estrategia y los medios, no tendrían sentido.
Las ideas son el corazón de nuestro negocio: si eres una agencia de servicios, es finalmente lo que buscan tus clientes. Si por otra parte, diriges el departamento de marketing o comunicación de una compañía, es tu labor diseñar e implementar estrategias realmente innovadoras, todo lo demás puede hacerlo cualquier otra área de la empresa. Las ideas funcionales, aquellas que son realmente útiles, no surgen de la nada, las compañías realmente creadoras requieren un proceso constante, además de otros factores como la experiencia, la actitud, la disciplina y primordialmente, la visión.
Un error muy común es creer que las ideas surgen de manera etérea, de la “frescura de sus creativos en un momento de inspiración”. Muchas compañías incluso, dan por sentado que “eso” es labor de las agencias. Hasta cierto punto sí, pero en realidad la innovación debe ser un ejercicio para todas las áreas de la empresa.
Pero, ¿cómo crear el entorno idóneo para comenzar a crear ideas y, lo más importante, implementarlas? Lo podemos resumir en 7 pasos concretos:
- Primero plantea un objetivo SMART. Es decir, que sea “Specific” (específico), Medible, Alcanzable, Relevante y “Timely” (a tiempo). El enfoque entonces será buscar ideas o soluciones que cumplan con estos requisitos y pasen siempre por ese filtro.
- Elige un lugar y momento idóneos. Las buenas ideas nacen en ambientes fecundos para ello. Es importante que la sesión se realice en un espacio cómodo y libre de distractores. El mejor horario es aquel en el que los integrantes del equipo estén disponibles, dispuestos y sin presiones. Puede ser por la mañana o por la tarde, pero en un entorno totalmente informal.
- Establece horario y fechas. En una sesión de innovación el cerebro hace jogging, por ello es importante que sea corta, menos de 30 minutos es ideal. También deberá convertirse en un hábito, por lo que si dedicamos un espacio a la semana para cada sesión, es un gran comienzo.
- Elige al equipo adecuado. No todos tus colaboradores podrían estar preparados emocionalmente para participar. Si es importante invitar a los más creativos y participativos, pero también lo es que la decisión para participar sea libre y que sólo se integren quienes estén realmente motivados. Las ideas no se sacan con sacacorchos y mucha gente se puede sentir intimidada al proponer en público. Es imperioso motivar a los posibles participantes y que sean ellos quienes tengan la iniciativa. Al final, es importante que todos acaben colaborando en al menos alguna sesión.
- Acepta ideas estúpidas. Házlo obligatorio. El peor error en una sesión de brainstorming es juzgar a quien dijo una sandez. De hecho, es muy común que una estupidez, se a la semilla de una gran idea. Quienes han participado en muchas sesiones de lluvia de ideas lo saben bien. Parte elemental de la técnica es soltar lo primero que viene a la mente, así también se calientan motores y desinhiben en los participantes.
- Cada idea, deberá buscar una solución. Este punto tiene mucha relación con el primero, pero conviene profundizar. Es relativamente fácil lanzar ideas sin pensar paralelamente en su viabilidad. Lo meritorio es crear una muy buena idea, que sea realista, ejecutable y además bajo la estrategia que se persigue. Sólo así, tendrá valor, de otra manera, será sólo un pensamiento original o no, lanzado al aire.
- Implementa las ideas viables y dales valor. Pongámoslo muy claro, la ejecución es el 90 por ciento. Si una buena idea no se materializa, sólo servirá para guardarse en el cajón y sacarse cuando estemos seguros de usarla, o para verla renacer en otra empresa, equipo e incluso, en tu competencia.