¿Confiarías una cirugía a corazón abierto a un aprendiz de medicina? O bien, ¿a un ingeniero? Si respetamos otras profesiones, ¿por qué no respetar la nuestra?
Son muchos los “profesionistas” que traducen su falta experiencia y arrogancia en ineptitud cuando toman decisiones criticas en el ámbito de la mercadotecnia. Es normal aprender de los fallos y tener una curva de aprendizaje con errores en el camino, pero cuando sucede en puestos en los que se deben tomar decisiones estratégicas, es decir; mandos medios y altos, los errores cuestan mucho más.
Quizá no lo veamos a simple vista, o nos consuele la idea de que en el camino pueda aprender porque sea listo, o la funesta creencia de que la mercadotecnia no es tan importante y cualquier hijo de vecina puede aprenderla en unos meses, sin importar su preparación y experiencia previa, pero la persona inadecuada en un puesto clave, tiene sus repercusiones a corto, mediano y largo plazos. Estas consecuencias se pueden agrupar en 4 pecados que estoy seguro, todos los hemos sufrido en alguna ocasión:
- Soberbia. No hay peor error que no reconocer las capacidades propias y el conocimiento que se tiene. Es común que el inepto esconda su inexperiencia tras un manto de petulancia y la lleve a la acción al rechazar ideas y oportunidades que podrían ser exitosas. Que no recurra a la opinión o asesoría de quien sabe y tenga la iniciativa de ejecutar desde la ignorancia.
- Omisión. Pocos son los que tienen la humildad de reconocer su ignorancia e inexperiencia. De tener la ética e inteligencia necesarias para acudir a los expertos antes de tomar una decisión. De no aceptar proyectos que no van acorde a su experiencia y conocimiento. Diría un amigo, la ignorancia como la fealdad, no se pueden esconder, aún maquilladas saltan a la vista.
- Ignorancia. La falta de conocimiento es la causa de las malas decisiones. En nuestra industria es también el germen de las malas negociaciones, de los pagos desorbitados a proveedores (o su regateo no necesario), de las propuestas mediocres y de las ideas perdedoras. La inexperiencia cuesta caro y son millones los que he visto tirarse a la basura por sólo complacer al jefe o al cliente, por mantener el puesto de trabajo o la cuenta.
- Envidia. Uno de los aprendizajes más importantes que tuve en la universidad fue el brindado por un profesor que me aseveró que se necesita mucho talento para reconocer e impulsar a alguien con más talento que tú. Que sólo quien está seguro de su talento y experiencia no teme a la competencia y que son muchos los talentos que no despegan por tener un jefe o un cliente inseguro. Todo esto da como resultado un ambiente de mediocridad, donde las ideas mueren y los éxitos se estancan.