Siempre recordaré la frase de uno de mis grandes profesores de marketing: Si quieres saber si un ejecutivo o agencia de marketing tiene talento, sólo quítale todo el presupuesto y pídele que haga algo memorable.
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El mercadólogo común te responderá que eso es imposible, añadió. Después enlistará una decena de escusas para justificar su respuesta. Te explicará que todo tiene un precio, que es necesario contratar una gran pauta, un gran agencia y un gran equipo, que él es un profesional, que no se puede.
Pero paradójicamente, la creatividad, en los ámbitos de la publicidad y la mercadotecnia, como sucede con el arte y la literatura, generalmente no surge en la abundancia, si no en la penuria. Cuando el hambre es mucha y la pasión trabaja forjando caminos para salir a flote.
Es por ello que no siempre encontramos campañas, mensajes o medios memorables delante de grandes presupuestos publicitarios o magnas marcas, y si en contadas ocasiones. Porque es mentira que abunden los creativos y los ojos que vean la realidad desde otro enfoque. Quienes la retraten de manera distinta y que sepan expresarla, emplear magistralmente el lenguaje verbal y no verbal. Pero sobre todo, gente que le apasione aventurarse y arriesgar a hacer las cosas distintas para lograr, al menos, cambiar nuestro panorama.
He aquí algunos ejemplos que por su originalidad y genialidad, han sido dignos de compartirse y recordarse. Estrategias con una gran simplicidad, que no echan mano de una gran tecnología o una compleja estrategia, pero si del razonamiento y apelando a la emotividad. Entregas de cajas de pizza que se convierten en proyectores, maneras ingeniosas para convivir más off-line en restaurantes y bares y hasta una muy sencilla dinámica para concientizar sobre la gravedad de un mal que a todos nos debe atañer.