Si bien Bird Box la película original de Netflix con una alineación como directora de Susanne Bier, el guionista Eric Heisserer y retomada de la novela Bird Box de Josh Malerman no la consideraría una obra maestra. Sin lugar a dudas es un contenido de entretenimiento apocalíptico, visionario, muy efectivo. Es perfecta como producto audiovisual para sacarte de tu contexto. Te mantiene enganchado todo el tiempo. La recomiendo mucho y más allá de una película más, es una manual de reflexión de lo que está pasando en nuestra actualidad posmoderna y nuestra realidad de las realidades. Es una película de lo que está pasando y pasará.
Su argumentación es según su reseña: “Una mujer y dos niños navegan río abajo con los ojos vendados para llegar a un refugio después de que unas fuerzas extrañas provoquen suicidios masivos alrededor del mundo. La película narra la historia en analepsis, es decir, mostrando los acontecimientos actuales con los sucesos pasados desde el inicio de la invasión global. Las criaturas que irrumpen en la Tierra se convierten en los peores miedos de las personas cuando son observadas y provocan un comportamiento imperioso y adictivo al suicidio y la autolesión.”
Mi interpretación es que hoy en día estamos con los ojos vendados ante tanta información y contenido. Ya nos vendamos los ojos nosotros mismos. Y nuestros demonios somos nosotros mismos, ni más ni menos. Al consumir en exceso experiencias digitales, estamos abriendo la puerta para que nos destinemos a la autodestrucción. El problema no son las redes sociales, ni la vida digital, no las experiencias online. El problema somos nosotros y nuestra incapacidad de definir la dosis de experiencias online que consumimos. Esto es una reflexión pre apocalíptica, anticipada y con vías a ser nuestro próximo destino.
La vida digital contiene demonios y paraísos
Así es, la vida digital es capaz de atraer y contener muchos demonios. El saber demasiado es no saber nada en realidad. Lo demasiado nos acerca al vacío existencial. Y muchas veces a la autodestrucción de la identidad offline y online. Estamos casi en los límites de llegar a lo demasiado y llenar el contenedor. Esto más que iluminado, nos está causando ceguera y miopía de taller.
En cuanto a los paraísos generados por la vida digital, sí también existen, no todo es maldad ni excesos. La iluminación causada por la vida digital sí existe, siempre y cuando nosotros mismos la busquemos. Al estar tan saturados de contenido y formatos digitales, por instinto, buscaremos experiencias y contenido de formación orgánica y emocional. Nos vendaremos los ojos, nos desconectaremos para dejar de consumir, por descanso automático. Para regenerarnos, para renacer.
Como marcas, clientes y agentes de la mercadotecnia viviremos la encrucijada que viene, ¿nos saturaremos de más contenido o nos desconectamos para ser más sensibles? Es aquí donde las marcas, los mercadólogos, la comunicación y los clientes tienen que auto calibrar su propia experiencia. Si no logras hacer esto, será el inicio del verdadero fin de la era posmoderna. La muerte en vida.