Hoy caí en cuenta que los sabores también tienen tendencias. Todo gira alrededor de las programaciones culturales, sociales, tecnológicas, generacionales y antropológicas. Es evidente. Conforme vamos envejeciendo nos van apasionando más los sabores amargos. En nuestras primeras infancias, nos gustan los sabores dulces, como la lecha materna y las fórmulas lactantes. Un ejemplo es la cátsup que es la sustancia quizá más adictiva para los niños menores de ocho años, que las mamás y papás que me leen me desmientan si es que estoy en un error. Todos los días veo a mamás y papás arrebatando botellas de cátsup a infantes adictos a este elixir. Esta imagen se repite en todas las comidas. A los niños les restringen las sustancias más adictivas porque tienen azúcar para proteger su salud.
¿Y qué me dicen de la mayonesa? A mí me remite a mi infancia. A los sanwichés que preparaba mi madre en un día de campo en el verano cuando era un ingenuo boy scout al que le daban terror las niñas y sus besos salivosos. Las sustancias y el paladar son fundamentales para detonar acciones de consumo y facturación para marcas que nos rodean todos los días. Hay millones de transacciones que se generan diario por origen lo que nos sabe bien, extraordinario o lo que rechaza nuestro olfato o paladar. Las marcas están obligadas a explotar más este tipo de experiencias de sabor y en mi opinión lo hacen muy poco, quizá al 30% de su potencia. O les da pereza o miedo experimentar en esa disrupción de sabor que es experimentar en ese mundo de luces y sombras.
Los sabores son lujuria, sabiduría pero también remembranza y tradición
Los sabores conectan a las generaciones. Es una forma de dialogar con los otros que no entendemos con la música, ritmos o tecnología. Les pongo un ejemplo muy claro. En una familia podemos ser muy diferentes y diversos. Con gustos y políticamente extremos pero a la hora de sentarnos a la mesa, nos puede gustar y nos une el mismo sabor. Hay una verdadera conexión en el sabor de familia, por una sazón que nos une quizá por el ADN, por la genética, la experiencia o el momento. Eso es una especie de rito tribal de sabor con el que acudimos al llamado de la tribu y que realmente nos une. Con independencia de lo que somos, cómo vestimos, el dinero que tenemos, lo que gastamos o dónde vivimos. El sabor y los sabores que nos gustan no discriminan.
Aquí les va otro ejemplo. La Casa de Toño, un fenómeno consolidado de experiencia gastronómica que factura en cada unidad como promedio $400 mil dólares al mes. Negocio redondo. A todos nos gusta. Ricos pobres, fifís, chairos, izquierdas, de derechas, rockeros y baladistas. A todos los ves sintonizar los sabores mexicanos y sentarse a comer callados a saborear lo que les gusta ¿Qué hicieron ahí? Lograron sintonizar los sabores que a gran parte de los mexicanos nos gustan de la comida mexicana y punto. A facturar se ha dicho.
Hoy en mi video columna invité a platicar a Sergio Borbolla, director de desarrollo de nuevos negocios en LATAM de Sweegen porque trae muy buen contenido sobre estas tendencias. Me ayudó a consolidar estos temas y a cerrar este círculo virtuoso del gran mundo de los sabores. Quédense a esta entrevista que les va a servir mucho para entender lo que viene en tendencias para 2024.
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