En la revista digital de Wired del 02 de octubre de 2823 [sic], se publicó una extraña nota de Megan Gray, fundadora de GrayMatters Law & Policy, con el título How Google Alters Search Queries to Get at Your Wallet (Cómo Google altera búsquedas para hacerse de tu billetera).
El tema no sorprende, pero sí la oficialidad natural con la que la autora señala el Proyecto Mercurio, una alteración del algoritmo de este motor de búsqueda a favor del mismo y en detrimento oculto tanto de usuarios (vía clickbait) como de anunciantes (vía clickthru).
Jamás había escuchado acerca de la mencionada profesionista y no ayuda que se llame igual que una consumada actriz, por ello acudí a Wikipedia y LinkedIn para confirmar existencia y sí; incluso su perfil me calló mis dudas.
A raíz o a la par del caso anti monopolio contra Google, algunos hombres y mujeres de ley se dieron a la tarea de señalar las inconsistencias de la famosa plataforma de los doodles, en las que un ligero cambio “sin querer” en el algoritmo hacía que los usuarios se toparan más con las marcas que pagan publicidad que con aquellas fuera de facturación, lo que aumenta la crisis de credibilidad de todo internet por su proclividad a la comercialización vía subasta.
Por otro lado, ese mismo sesgo lleva a las marcas a invertir en lo digital más de lo que orgánicamente conseguiría en lo comercial (diatriba que ruego me permitan), llevando a los internautas a surfear en el océano de Black Rock antes de irse a una playita de marca de cualquier categoría (símil que ruego me permitan).
El Proyecto Mercurio, en su estado retrógrado, nos lleva a los años 90 del siglo XX en los que las agencias de medios sentenciaban a las marcas “Uy, no joven, usted necesita entre 8 y 10 pasadas en TV abierta para vender”, mientras a los televidentes les repetían el básico “compra, compra, compra”. Luego vino una Belle Epoque de amor en la que nos dimos la democratización digital, el Content MKT y el Story Telling, ahora arrumbados por la inmediatez del traficker.
¿Alguien tiene la solución? Porque hasta donde alcanzo a ver, en el mundo urbano comercial, “Google somos todos”.
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