Yo, como cualquiera de ustedes, tengo mis sospechosismos, ya saben, teorías conspiranoicas que son más un “considero que” que un “puedo probar que”. Hoy no hablaré del Área 51, Rosswell o los Anunnaki; pueden estar tranquilos y tranquilas.
Desde 1998 apareció la idea de una moneda descentralizada, es decir, fuera del control de los bancos del mundo (“Ternuritas”). Para empezar, volteo la frase “bancos del mundo” por el concepto mundo de los bancos; en segundo lugar, sometería a juicio la teoría de que, desde hace siglos, los banqueros han tenido control de todo, desde las casas reales europeas de la historia hasta los gobiernos del G7, así de sencillo.
Tomando esto en cuenta… ¿creen que era factible descentralizar, quitar el ancla al poder, al dinero? Siguiendo esta tesis, ¿cualquiera de nosotros, desde una computadora y con gente que nos confía, podría cambiar el sistema financiero mundial? En 2009, Satoshi Nakamoto parecía haber abierto el boquete con su Bitcoin, después en cascada aparecieron miles de divisas digitales más que, por cierto, se autodenominaron criptomonedas, que etimológicamente significa “divisa cambiaria oculta”. Claro, nada mejor para generar confianza que llamarle oculta a la cuenta patrimonial de cualquier persona.
Luego para colmo, bajaron del Olimpo las siglas y nombres rebuscados de esas divisas digitales desde hace un lustro, desde BNB, XRP, Ethereum o Tether, con honrosas menciones tipo NFT (Non-fungible Token, vale no intercambiable… que es lo mismo en concepto fundamental que un billete o moneda); Space Misfits, videojuego para obtener criptomonedas, o bien, el mismísimo Bitcoin, en pérdidas desde hace un año según varias fuentes que, con gusto, les comparto en vivo chela en mano.
En la siguiente columna digital platicamos de las divisas digitales de Rusia, China e India, para un mejor chisme geopolítico, mientras los dejo con un comentario compartido por tres colaboradores y amigos jóvenes que se aventaron a invertir en Crypto, y conste que fue en enero 2020: “¡Ruta madre!”
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