Tenemos que admitirlo, la suposición afecta directamente a nuestras vidas y “suponiendo” se toman decisiones tanto intrascendentes como críticas. Pasa en la economía, sucede en nuestra vida diaria y la industria del marketing no queda exenta.
En la economía, por ejemplo, los tipos cambiarios son afectados por determinados eventos en el ámbito político que generan pronósticos favorables o desfavorables, siempre producto de meras suposiciones, como ha sido el caso de la pasada elección de Trump como presidente del país vecino. Pero también, la suposición es algo que atañe a nuestras decisiones diarias. Conjeturamos que un producto es mejor que otro por la marca, por su lugar en el anaquel o por el contenido en su publicidad.
Suponemos que hemos tomado una decisión muy inteligente cuando compramos un producto que no requerimos pero está en oferta. Lo hacemos también cuando no pensamos la compra y gastamos de forma impulsiva con tal de no perder tiempo y aprovechar la ganga.
La suposición también es un factor influido por el empaque del producto, el logotipo, la imagen visual de su comunicación y también por su mensaje escrito. No importa cómo es un producto o servicio, sino cómo lo percibimos. Y más allá, lo que nosotros suponemos de él.
La vida suele ser más irracional de lo que creemos y muchas veces la opinión que nos formamos para tomar una decisión surge del camino fácil: la percepción. Porque implica menos tiempo y esfuerzo que realizar un análisis racional. Un análisis profundo entre el costo y el beneficio.
Suponemos que si vestimos una determinada marca o manejamos cierto automóvil seremos mejores. Que el mejor producto es el más vendido y la mejor maca, la más famosa. Que si se vende mucho es por algo. Que si no lo conocemos es mejor no arriesgar. Que un servicio costoso y renombrado no nos puede fallar y es garantía. Conjeturamos todo, desde la decisión de nuestro voto por un gobernante, hasta la elección de un sencillo producto en el anaquel.
Esto es muy claro por ejemplo, en los estudios de mercado cualitativos y cuantitativos. Cuando no hemos probado un producto o servicio, respondemos con base en meros supuestos, producto de la percepción que tenemos de ellos.
Así, estamos en el negocio de las “suposiciones”. En el fino y artesanal oficio de crearlas. Porque igualar un producto o servicio puede ser relativamente fácil si contamos con los mismos recursos, pero lograr que nuestros clientes “supongan” lo que deseamos, requiere una mayor maestría.