Por Joan Alvares Lamarca
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Las marcas son las personas
De todos es sabido que una marca es, en gran parte, lo que son sus prescriptores. Apple no sería Apple sin sus fervientes seguidores, más convencidos de las bondades de la manzana que el propio Steve Jobs. McDonald’s no sería lo que ahora, sin todos sus amantes dispuestos a defender el Big Mac ante cualquier cruzada nutricional. Lacoste no se explica sin aquellas personas cuyo pecho vive infeliz lejos del clásico reptil. Ni Harley-Davidson no pasaría de ser un simple fabricante de motocicletas sin sus característicos fieles, con una estética y un estilo de vida reconocidos mundialmente.
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Las personas son las marcas
Si bien es cierto que aún tomamos marcas ajenas para construir y/o reforzar nuestra propia identidad, hay una marca que siempre amaremos por encima de las demás: la nuestra. Aún con el riesgo de parecer interesadamente mercantilista diré que todos y cada uno de nosotros somos marcas en la medida que necesitamos un grupo de personas que nos quiere, en la medida que perseguimos unos objetivos (económicos, laborales,”¦), en la medida en que a veces percibimos competidores para nuestros objetivos y porque tenemos un ego que saciar (en términos de notoriedad, popularidad, prestigio,..).
No es nada nuevo. Lo nuevo viene llega con 2.0: cuando, por primera vez, social media nos permiten profesionalizar la gestión de nuestra propia marca, cultivando ordenadamente nuestras relaciones públicas y captando adeptos para nuestras causas.