Nuestros sentidos no trabajan en solitario, lo hacen en forma conjunta. Confiamos en nuestro sentido de la vista para reconocer aromas, nos predisponemos a degustar sabores dependiendo del color y consistencia de los alimentos y podemos darle un nombre a las cosas dependiendo el sonido que se emite al pronunciarlo.
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¿Alguna vez un aroma los ha hecho revivir un momento de su pasado?
Siempre que hago pruebas de marketing olfativo con clientes les doy a oler una muestra liquida de aroma sin que sepan de qué se trata. En un 80% de las veces afirman conocer el aroma pero no saber que es. En cuanto les muestro una imagen o el nombre de la fuente que origina el aroma, asienten con la cabeza y hacen una expresión de “lo sabía”. Esto pasa mucho con aroma a galletas, palomitas, Coca Cola y campo. Al ver una imagen, predisponemos a nuestras narices. La vista puede engañar a la nariz.
Cuando lo que vemos coincide con lo que olemos el olor es mas fuerte y agradable que cuando visión y olfato no coinciden. Cuando olemos se activa la corteza visual, lo que mejora el olfato.
Pasa algo parecido con los sabores. La forma y el color del recipiente que contiene la bebida o la comida puede afectar la experiencia del sabor. Imaginen tomar vino en un vaso rojo de fiesta. A veces con tan solo ver la botella asumimos si un vino es caro o barato.
El sentido del gusto no se queda atrás. El color de una comido y/o de su recipiente puede realzar atributos como el sabor y el aroma. Esto es importante no solo para elegir colores de los empaques, si no también para la vajilla en un restaurante.
Por último, un estudio de música y sabores, reveló patrones muy consistentes, el amargo corresponde a sonidos graves, el salado, con el stacatto (notas bien separadas unas de otras), el ácido/agrio, con melodías muy agudas y disonantes, y el dulce con música consonante, lenta y suave.
El entender el poder de los sentidos nos ayudará a crear productos y campañas impactantes que permanezcan en la mente y el corazón de los consumidores.