La “fumata” y el repique de las campanas

Desde que estaba en la carrera me interesé por la iglesia católica como un campo de estudio en relación con el marketing, tal vez por mi frustrada participación como seminarista o por mi ferviente interés por encontrarle tres pies al gato.

Desde que estaba en la carrera me interesé por la iglesia católica como un campo de estudio en relación con el marketing, tal vez por mi frustrada participación como seminarista o por mi ferviente interés por encontrarle tres pies al gato.

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Ustedes han sido cómplices de un par de columnas donde hablé sobre los 7 pecados en la organización de eventos y sobre la visita del Papa Benedicto XVI a España; al parecer escribo sobre el catolicismo y el marketing cada venida de Papa y en esta ocasión es con motivo de uno nuevo.

Por principio de cuentas es admirable la ejecución de las altas esferas católicas en materia de elección, son pocos los que ponen en duda la legitimidad del proceso, es decir, la fabricación de un Papa está cobijada por el velo de una receta secreta, un acto que cada vez se describe más, pero que bajo el halo de la especulación genera interés.

Además de la forma de elección, es importante la cobertura mediática que se da durante el proceso hasta llegar el anuncio. Para algunos las lecturas son predecibles, Benedicto claudica para no continuar con la pésima imagen como patriarca y por ende como emblema de la iglesia, lo hace en un escenario inédito donde se reivindica su persona.

Por otra parte, un Papa latino parece la opción más cercana para conservar los millones de feligreses de América Latina, una traducción tan evidente que la primer visita oficial será a Brasil, el trabajo de la iglesia es recuperar terreno ante una ola de incredulidad y desprestigio.

Se preguntará qué tiene que ver la llegada de un nuevo Papa y el BTL, pues lo que encontré es la brillante dinámica que ha establecido el Vaticano para, por medio de signos, invitar al mundo a ser espectador.

BTL es entablar un diálogo directo con los consumidores, cosa que desde el gobierno y desde la religión católica es un reto titánico, el diálogo es más un monólogo divinizado donde al final se le aplaude y premia, por tanto las señales del BTL del catolicismo pueden ser tan únicas como una chimenea con una fumarola blanca anunciando el nuevo pontífice o el repicar de las campanas sincronizándose a lo largo del mundo, tal y como le gusta ser percibida a la iglesia, con un todo coordinado, inmaculado y que anuncia su mensaje de forma colectiva.

Espero y deseo que la iglesia entienda que los tiempos han cambiado, que la modernización es un tópico que depende más de la práctica que de la inclusión en los textos que emita el pontífice, textos brillantes los han existido siempre. El trabajo es colocar a la iglesia en el paradigma de los tiempos que se viven ahora, tal vez un nuevo Papa pueda conseguirlo, tengamos fe.

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