Así es, el dinero sí puede comprar la felicidad; y esto se debe principalmente a dos factores, las neuronas espejo, y la dopamina.
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Las Neuronas espejo son una cierta clase de neuronas que se activan cuando una persona ejecuta una acción y observa esa misma acción ser ejecutada por otro individuo.
En las neurociencias se supone que estas neuronas desempeñan una función importante dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como la empatía y la imitación. De aquí que algunos autores como Martin Lindstrom asocien el éxito de algunos productos con este tipo de neuronas.
Según Lindstrom, el éxito de ciertas marcas se debe a la capacidad de transmitirnos la satisfacción, bienestar y confianza por parte de un desconocido o algún personaje famoso que utilice los productos. Este efecto producido por las neuronas espejo, unido al placer que provoca la dopamina, que es una sustancia química producida en el cerebro que se ha demostrado que nos provoca una sensación placentera cuando efectuamos una compra, nos puede llevar a realizar compras en busca de la “felicidad”.
Este hallazgo nos estaría indicando que entre más compremos obtendremos un mayor grado de felicidad. Sin embargo esto es completamente falso. Numerosos estudios demuestran que el nivel de felicidad de los ricos no es mucho más alto que el de los más pobres. De hecho, a pesar de que los ingresos per cápita de la población en países desarrollados han aumentado sustancialmente en las décadas recientes, su nivel de felicidad no se ha incrementado proporcionalmente.
Y una de las principales razones por las que ser más ricos o tener más bienes materiales no nos da mayor felicidad es debido a que nos adaptamos a lo que tenemos. Este proceso es conocido como “adaptación hedónica” y es lo que dificulta tanto la compra de felicidad mediante cosas materiales. En pocas palabras la “adaptación hedónica” nos indica que el ser humano se cansa, o se acostumbra, tarde o temprano a los estados placenteros o felices. Por ejemplo, el comprar un auto o una casa nos genera felicidad, pero ninguna de estas alegres ocasiones eleva la sensación de bienestar durante más de seis meses. Al pasar el primer efecto de euforia, tendemos a volver a nuestros niveles de felicidad normales.
Es por eso que las investigaciones afirman que el dinero si puede comprar la felicidad, sin embargo se trata de una felicidad banal y efímera.