Preocupa y cuestiona, esa capacidad de algunos autores para agitar las masas, son como un motor de fuerza que logra cegar a los sujetos pensantes.
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Para ser específicos, a las personas que tienen a su espalda la responsabilidad de hacer marketing en las organizaciones latinoamericanas; abriendo un escenario donde el marketing se convierte en una herramienta que traspasa el discurso de ese quehacer en la práctica y se traduce en la fórmula mágica de compra, donde se adivina el poder de decisión del consumidor, se enciende un chip y logra una transacción comercial.
En tanto, facilita una cantidad de variables que se cruzan y dan lugar a la receta, exclusiva de aquellos que tienen acceso a las herramientas, a las técnicas, con las cuales se hace un “mal llamado”: neuromarketing, porque intenta pasar más allá del sujeto pensante y entrega un análisis estructural donde el cruce de las variables y el resultado del software se convierte en lo relevante.
Y esto no es un cuestionamiento ético alrededor del uso o no de una herramienta, si no, del discurso que puede producirse alrededor de ella, lo cual indica que su uso no es malo para el marketing, no se trata de desaprovechar la interdisciplinariedad y hacer uso de aquello que nos facilita la comprensión del cerebro humano, se trata de lo que estamos diciendo alrededor de ello, como si el conocimiento neurológico estuviese amarrado de manera exclusiva a la lectura de la reacción cerebral, cuando aún es incipiente esa lectura que puede hacerse de un elemento tan humano como lo es la emoción.
A ese cuento, le hace falta un sujeto pensante que logre cuestionar esa capacidad de algunos autores para facilitar la creencia de que el marketing es una cuestión de forma y no de fondo, como si no estuviésemos hablando de seres humanos y la complejidad que nos encierra en sí mismo.
Por lo cual, se abre una reflexión hacia esa incapacidad de cuestionamiento del mercadólogo latinoamericano, pues el hecho de decidir la forma y estrategia de llegarle al consumidor, debe estar mediada por el ser humano como un lector de las realidades y no por un software, el cual generalmente recomienda el uso de los medios masivos como la mejor manera de abarcar al consumidor.
Pero, entonces ¿dónde queda la validez en la que soportamos el discurso de cercanía entre el sujeto con el satisfactor, resuelta por el BTL? Sólo este imaginario nos debe invitar a repensar la manera como se adoptan estructuras y
discursos teóricos que irresponsablemente han sido generados, porque no tienen doliente, y con esto, no me refiero a las empresas que hacen neuromarketing, si no a la manera como se vende y se interioriza un discurso para la venta de una investigación.