Si quieres conocer cómo es una empresa, sólo tienes que analizar su comunicación. Finalmente, esta última es la cara externa, lo que vemos, con lo que nos quedamos y lo más importante, la información que empleamos para tomar una decisión.
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¿Es intrépida? ¿es diferente? ¿Es interesante? ¿Es convincente? ¿refleja sus valores de marca? Podemos partir de preguntas como estas y analizar lo que estamos haciendo para conocer a fondo la esencia de las compañías para las cuales hemos trabajado. Hay elefantes blancos, con enormes presupuestos y una gran pauta en medios, pero que se mueven lenta y hasta torpemente, tienen una comunicación sosa, monótona que se vuelve parte del ambiente. Quizá fueron líderes del mercado en su momento pero están destinados a desaparecer. Tal fue el caso de Kodak, por ejemplo
Existen también compañías que rompen esquemas desde la planeación de su producto o servicio. Son el David que inicia peleando contra Goliat y ganan la simpatía de los compradores, creciendo rápidamente, como lo hizo Virgin.
También existen otras que mantienen siempre una misma posición, juegan a lo seguro, no arriesgan, crecen muy lentamente y sus productos son muy conocidos, pero no admirados.
¿La compañía se pone en los zapatos del cliente o más bien, no sale de sus bolsillos? Todo lo percibimos, si está enfocada cien por ciento a generar cada vez más ingresos, crecer rápido pero caer después fuerte, o bien, si está orientada a satisfacer las necesidades de sus clientes y aún más, crear nuevas y llevar una relación a largo plazo, como en el caso de Apple, ganando mercado y creciendo convincentemente.
Así pues, comencemos a discernir por la comunicación, para cavar más hondo, hasta su origen, y así poder hacer los cambios necesarios. Para Tony Dávila y Marc Epstein, autores del libro “La Paradoja de la Innovación”, las mayores innovaciones en los últimos 20 años, aquellas que transforman las industrias y las sociedades, vienen de startups y no de las grandes empresas con enormes presupuestos. Y ello depende no del tamaño o la antigüedad, sino de la cultura empresarial que tienen, de su producto o servicio y de cómo lo muestran al mundo.
Así que, vale la pena reflexionar, cuál es la cara que vemos ante nuestro propio espejo y por otro lado, cuál es la que ven nuestros compradores potenciales.