La semana de la F1esta, como el departamento de marketing de la Fórmula Uno en México bautizó al MexicoGP se llenó, como cada año desde 2014, de aficionados al deporte motor, celebridades e influencers, y claro, gente rica o de clase media aspiracionista, diría el presidente de la nación.
Es un gran evento internacional al que he tenido la fortuna de asistir tres veces, desde el primer año que se llevó a cabo. En aquel tiempo, como dice la Biblia, era más barato que ahora, pero también más selecto. Las invitaciones al paddock por parte de las marcas patrocinadoras o de aquellas que compraban hospitality o boletos para sus clientes e invitados VIP resultaban muy exclusivas, era una suerte ser portador de un ticket. Ahora ya no. Literalmente, va cualquiera.
Y no me refiero a “cualquiera”, desde el más clasista de sus significados, sino del del influencing marketing: ¿A quién le sirve que vayan influencers de maquillaje o moda, por ejemplo? Había influencers con camisetas de Nascar en Fórmula Uno, que es la máxima categoría… Es como llevar a un partido del Mundial una camiseta de Futbol 7. ¡Pero qué importaaaaa! El chiste es hacer fiesta.
¿Se puede democratizar lo caro?
Me pregunto si el GP México y sus marcas asociadas quieren democratizarlo para todos los públicos, lo cual me parece muy adecuado, aunque los precios no tienen nada de democráticos. La F1 en México es como una Copa del Mundo de futbol: Todos nos involucramos y hasta nos volvemos entrenadores de sillón aunque el resto de los cuatro años no nos interese algún partido. Se vale.
Lo mismo con el GP México. Si los influencers de maquillaje o de Otakus o de cualquier otro nicho ajeno al deporte en general, los autos o la cultura mexicana (siempre se hace cerca de Día de Muertos) aparecen y las marcas se sienten felices de que cientos de miles de personas que no tienen nada que ver con el GP México lo vean, pues va…
Expertos de sillón
Los puristas del deporte motor se ponen muy pesados con estos temas: “No le entienden, no saben de qué se trata, no les importa”. Ok, pero es el pretexto para cotorrear la onda, divertirse y sentir que pertenecemos. Los pilotos extranjeros que acudieron a sendos centros comerciales fueron recibidos por hordas de gente que los aclamaba y les pedía fotos. Muchos van porque no tienen algo mejor que hacer o porque iban pasando, ¿y saben qué? Me parece divertido.
En medio de las tragedias que vivimos no solo en México sino en el mundo, que existan distracciones que nos hagan sentirnos un poco menos desafortunados, me parece bonito. La F1 es un contraste brutal con la realidad del país, pero es una fantasía y como lo son todas las ilusiones, si nos sirve de algo, que así sea.
Si el influencer de camiseta de la Nascar aporta un granito de ilusión a sus seguidores yendo a esa cosa rara y lujosa que es la F1, qué bueno. No seamos tan estrictos. Las fantasías eso son y así deben de quedarse.