Hace unos días salió en las noticias una nota que celebraba la igualdad salarial en algunas selecciones nacionales de futbol femenil obteniendo lo mismo (o al menos algo muy similar) que su contraparte: la selección de futbol varonil.
Aunque sea un deporte, no deja de ser un trabajo ya que también implica responsabilidades, disciplina, sanciones, reglamentos, riesgos, etc. El deporte no discrimina, lo pueden practicar hombres o mujeres por igual; si gusta y se puede vivir de ello, mucho que mejor, ¿no?
Ah, pero ahí está el detalle, chato, diría el poeta Cantinflas. No siempre se puede obtener igualdad salarial…
No es cuestión de género
Hay trabajos que demandan ciertas habilidades físicas o mentales para su ejecución, algunos se les podrán facilitar más a las mujeres por sus aptitudes; sin embargo, en algunos otros podrían ser más eficientes los hombres. Todos tenemos diferentes capacidades y limitaciones para realizar una tarea sin importar el género.
En el caso del futbol, para nadie es secreto que los salarios de los jugadores son altísimos. El salario más bajo de un futbolista en un club profesional sigue siendo superior al de muchos profesionistas, coordinadores, gerentes o directores de alguna empresa y esto se explica porque hay acuerdos comerciales sustanciosos entre patrocinadores, derechos de transmisión, venta de bebidas en los estadios, venta de boletos y demás.
Los partidos de las ligas femeniles en algunos países aún no tienen las mismas entradas en los estadios o no tienen el mismo rating que las selecciones varoniles. ¿De dónde se sacará el resto de lana para igualar los salarios?
¿50/50? ¡No! Se queda el mejor.
Fuera del ambiente deportivo también existen diferencias salariales entre hombres y mujeres incluso tratándose del mismo puesto. No obstante, debemos dejar en claro un aspecto: ninguna empresa, dependencia gubernamental o cualquier otra organización debe estar sujeta a la equidad de género, es decir, que de forma obligatoria el 50% de su personal sean hombres y el 50% restante sean mujeres.
Las vacantes deben quedárselas quienes tengan las habilidades para desarrollar las actividades del puesto y no regirse por la paridad de género.
La paridad de género puede ser una limitante para la eficiencia y eficacia de cualquier organización atrofiando los procesos por cumplir con lo políticamente correcto.
¿Es malo que haya diferencias salariales según el género?
Si consideramos exclusivamente el género, sí. Ser hombre o mujer no tiene nada que ver con el salario que se percibe. Sin embargo, si profundizamos hay diferentes vertientes a considerar para analizar un salario: responsabilidades a atender, capacidad para resolver conflictos, número de sucursales o subordinados a cargo, etc., así las cosas cambian.
Un hombre puede ser supervisor de dos sucursales de franquicia con veinte empleados a su cargo. Por otro lado, una mujer puede ser supervisora de cinco sucursales con cincuenta empleados a su cargo. Mismo puesto, responsabilidades similares aunque en mayor cantidad, diferente número de sucursales y personal a cargo… ¿Quién merece un salario más elevado? Para efectos de este ejemplo, los salarios están ligados con el nivel de responsabilidad, la dificultad y la cantidad de actividades que se realiza.
Siempre habrá diferencias
Es difícil homologar los salarios ya que no se trata de una cuestión de género, sino de capacidades. Cierto, no podemos negar que la cultura mexicana aún es machista en algunos aspectos y esto retrasa cambiar la perspectiva laboral en la que vivimos.
Lo cierto es que cada vez son más mujeres las que están como cabeza en las organizaciones ocupando puestos gerenciales. No estamos tan retrógradas, un pasito a la vez vamos cambiando las cosas.
Quizá tú no percibes lo mismo que algún compañero tuyo a pesar de tener el mismo puesto o uno muy parecido. Injusticias siempre habrá, pero recuerda que tienes la capacidad de hacerte valer o bien, emigrar de compañía. Lo importante es que tú estés satisfecho con lo que percibes.
