En días pasados comencé a ver notas y rumores sobre una compañía que atraviesa por problemas financieros grandes, pero no tan grandes como sus enemigos, pues ahora es también víctima de una estrategia de desprestigio en su contra, que aunque no es nueva, ahora florece con mayor vigor.
Los síntomas de una guerra sucia son claros:
- Notas en la prensa que evidencian la crisis que vive una compañía o personalidad y no contrastan datos ni realizan comparativos con su competencia. Generalmente, son alarmantes desde el encabezado o introducción y poco objetivas en su contenido. Nunca incluyen la voz de todos los protagonistas.
- Publicaciones en redes sociales con la típica estructura del mensaje: “una amiga(o) que me contó que acaba de tener el problema, se enteró de que no es la única(o) y me contactó para prevenirme”. O bien, la réplica de una nota de prensa como la indicada en el primer punto.
- Mensajes de audio en WhatsApp. Misma táctica: la ya famosa historia alarmante de la víctima que ha sido estafada. Tuvo un problema con su compra o servicio, le confirmaron que no era el único(a), no pudo resolver su situación y termina por advertir a la persona a la que dirige el mensaje (por lo general un familiar o ser querido muy cercano) que tenga muchísimo cuidado y lo difunda para que no le pase a nadie más. El mensaje suena muy real, habitualmente hay sonido ambiente detrás y en ocasiones menciona nombres específicos para sumar credibilidad.
- Videos o comunicados internos que son confidenciales y se filtran en los medios y redes sociales. Aunque usualmente se trata de evidencias reales, muchas veces son editados o acompañados de otros mensajes para cambiarlos de contexto.
Lo cierto y lamentable es que las estrategias de desprestigio son más comunes de lo que pensamos, y muchas veces pudimos habernos creído en #FakeNews e incluso, emitir un juicio, sin indagar antes más sobre el tema.
La guerra sucia entre empresas es una práctica inmoral en la que perdemos todos. Las empresas y sus clientes pierden, pues la falta de una competencia sana no incentiva a las compañías a ofrecer un mejor servicio y a sus compradores precios más competitivos. Y por otra parte, al existir menos empresas en cada industria, se pierden miles de puestos de trabajo que afectan a muchas familias.
Así que, cuando el rio suena… quizá alguien más vertió el agua contaminada. Como compradores nos toca ser objetivos, prudentes y responsables al no difundir rumores que no nos consten. Como comunicadores y empresas, jugar limpio, de manera ética y siempre anteponiendo el bienestar de nuestros clientes.
Las compañías líderes y éticas, saben que la competencia siempre es benéfica, pues resulta un inigualable aliciente para superarse cada vez. Está en nosotros reprobar o no, acciones en las que perdamos todos.