Fue hace seis años desde la última vez que los mexicanos tuvieron que salir a elegir a sus próximos gobernantes. Desde el presidente de la república hasta los diputados y senadores fueron renovados. Sin embargo, y a diferencia de ese entonces, las personas van en grandes números a sus casillas para emitir su voto, movidas por el espíritu de la democracia y la esperanza de vivir en un país mejor. ¿Cómo se vivió esta experiencia en las elecciones? Revisemos algunos datos importantes.
Al norte de la ciudad de México, cerca de las 12 del día, el votante pudo asistir a las casillas, las cuales eran resguardadas por policías; sin embargo, pareciera que no los necesitan, puesto que, aunque la gente que asistía era mucha, todo se realizó en completa civilidad.
Los ciudadanos, muchos de los cuales aprovecharon las herramientas digitales dispuestas por el Instituto Nacional Electoral (INE) para ubicar su casilla, llegaban directamente a donde les correspondía y se formaban, hasta que alguno de los operadores de casilla les confirmaba si estaban en el espacio indicado y, en dado caso de ser así, decían cuál era la mesa que correspondiente para que pasaran por sus boletas y se registrara su participación.
“Cuiden el voto, eh”, comentó una de las votantes a un funcionario de casilla, quien contestó mientras señalaba la urna “claro, todo es transparente”. Una vez que al ciudadano le tocaba pasar con los funcionarios de casilla, se le preguntaba el apellido, se le pedía su credencial del INE y se le solicitaba que mostrara ambos pulgares para ver que no hubiera votado anteriormente.
Uno de los funcionarios buscaba en las listas nominales el nombre del votante, mientras otro alistaba las seis papeletas que se tienen que llenar (al menos en la Ciudad de México): tres de ellas para puestos locales y otras tres para federales, entre la que destacaba la del presidente.
Mientras que los funcionarios marcaban las casillas correspondientes en las casillas correspondientes en la credencial del votante, se le indicaba que podía pasar al espacio adecuado para que emitiera sus sufragios, para lo cual se le proporcionaba un lápiz oficial del INE o incluso se le ofrecían plumas.
Cabe destacar que el votante cuenta con un tiempo considerable para poder emitir su voto y para doblar las papeletas. Una vez que lo hace, sale y con ayuda de los funcionarios, va colocando las boletas en las urnas correspondientes. Bien se puede guiar por medio de los colores de la papeleta o por el cargo que está escrito en su borde.
Una vez finalizado el proceso, el votante pasa nuevamente con los funcionarios de casilla, quienes marcan uno o incluso ambos pulgares de la persona y posteriormente le entregan su credencial de elector.
Aunque esto sólo llevó poco más de 15 minutos, la experiencia del voto se ha vivido de modos diferentes en las distintas regiones del país. Por ejemplo, en algunas casillas espaciales las personas han tenido que esperar horas para pasar o simplemente se han terminado las boletas electorales. En otros estados, como en Oaxaca, se han presentado más de 150 denuncias contra delitos electorales ante la FEPADE.