Aunque las tiendas en las que uno entra y hay anaqueles a diestra y siniestra siguen siendo funcionales en ciertos contextos, las empresas, pero particularmente las marcas, se han percatado que, por medio de vivencias, pueden no sólo incrementar su engagement, brand awareness y otros indicadores fundamentales, sino que también aumenta su posibilidad de ser comprada por los clientes. Por este motivo han surgido nuevos formatos de puntos de venta, los cuales buscan generar experiencias únicas y memorables, como es el caso de la flagship, la pop-up-store y la experience store. Sin embargo, este último tipo de plaza se recomienda en circunstancias determinadas.
Aunque una store experience se puede realizar para empresas con portafolio de productos de cualquier tamaño, usualmente este formato de punto de venta se recomienda para cuando se cuenta con varios artículos, con la finalidad de realizar actividades que para cada uno de ellos y no, por el contrario, que todo lo que hay en la tienda se centre en un sólo bien.
Generar una store experience puede ser de gran utilidad para las marcas; sin embargo, para realizarla se requiere una inversión considerable, ya que no sólo se necesita de un espacio para montar la tienda, sino que usualmente se requiere de interioristas que acomoden los espacios de manera armónica y confortable para la gente (que estará en contacto con los productos), sino que también se requiere que haya personal especializado que ofrezca asesorías sobre el uso de los artículos; por lo tanto, este tipo de formato se recomienda para firmas que ya estén consolidadas y que tengan una cierta estabilidad.
Al momento de hacer una store experience es necesario disponer de ciertos productos que estarán en exhibición y que podrán ser utilizados por las personas de manera frecuente, entonces, hay que tomar en cuenta la inversión que esto implica, además de que también habrá que contar con un al menos un técnico que los repare, en dado caso de que se lleguen a descomponer.