Realizar una copa del mundo, conlleva una gran responsabilidad como diría el tío de Peter Parker, y es que ser sede mundialista es un arma de doble filo como una proyección económica buena para un país en términos de turismo.
Por un lado, tenemos el caso de la copa del Brasil en 2014. Su preparación del país sudamericano para albergar este evento, trajo una serie de consignas y protestas antes durante y después de la copa. Por ejemplo, en 2015 después de la copa, Brasil tuvo una inflación de 8.86% (según datos de Statista), la inflación más elevada que ha tenido el país en los últimos 10 años.
Hacer una copa del mundo, implica hacer con anticipación cambios sustanciales en términos de inversión: infraestructura, seguridad, remodelación etc. Y es que el caso de Brasil quizás sea un buen ejemplo de lo que no debería pasar, pues el país de la verde-amarela, invirtió más con gasto público que privado, lo que derivó en manifestaciones multitudinarias y reproches al sistema político de aquél país.
Dicho esto, un proyecto que ya se ha venido cocinando desde hace tiempo, es la propuesta de México para ser por tercera ocasión, sede mundialista en 2026. La Federación Mexicana de Fútbol ya puso su plan sobre la mesa y dio a conocer que enviará la propuesta al nuevo presidente de la FIFA, Gianni Infantino, para los primeros días de Mayo (durante el Congreso de la FIFA que se hará en nuestro país.)
Los últimos países que tuvieron sede mundialista, contaron con más de 10 sedes dentro de sus respectivos territorio, inmuebles que superaban entre los 40 mil y 60 mil espectadores. Lo interesante del asunto aquí, es que México no tiene la suficiente infraestructura de momento, pero si la capacidad según señalan los directivos de la FMF.