¿A qué me refiero? A una gran campaña creativa o la creación de un exitoso producto o servicio disruptivo. Los niños nos llevan años de ventaja en cuestiones de emprendimiento e innovación, aún tienen una gran apertura hacia la creatividad, la imaginación y la exploración de grandes ideas.
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Conforme vamos creciendo, los adultos van mermando nuestra creatividad. Un cartón de leche ya no es un autobús o un gran auto de carreras, es un cartón de leche. Vamos dejando el maravilloso mundo imaginario de los sueños para sumergirnos en el mundo real, más aburrido, desconcertante y gris que el de nuestros juegos.
Criticamos severamente a las conductas infantiles y tachamos de inmadura a la gente con tal comportamiento (claro, no hay que confundir, un comportamiento infantil es indicio de inmadurez).
Afortunadamente, hay adultos que conservan gran parte de esa ilusión, imaginación y tesón propios de los niños. Hace algunos días, al ver la película “La vida secreta de Walter Mitty”, que en México salió con el título “La increíble vida de Walter Mitty”, quitándole lo “secreto” al asunto, medité al respecto y recordé que afortunadamente todavía algunos conservan esa imaginación tan extraordinaria.
Pero ¿de qué demonios sirve todo esto? La naturaleza es muy sabia y los comportamientos infantiles tienen su razón de ser. Aquí algunos beneficios que los especialistas han ligado directamente al comportamiento infantil.
Juega.
Los niños y los cachorros juegan por una razón específica. Según los psicólogos, es una manera divertida de explorar el mundo, fortalecer las conexiones neuronales y desarrollar el intelecto. Conveniente sería jugar en el trabajo, durante procesos de innovación, y no mantener ese comportamiento serio y solemne que estanca el proceso evolutivo.
Abraza tu pasión.
Cuando somos mayores, nuestra pasión se convierte en un hobby en lugar de ocupar el puesto de nuestro trabajo. Es más, muchas veces hasta perdemos la pasión que teníamos de niños. Un niño que quiere ser corredor de coches de carreras vive el sueño las 24 horas, los 7 días de la semana. Su ropa es de corredor de coches y transpira realmente lo que le apasiona. Cuando imprimimos pasión a una campaña o producto, no puede salir mal.
Sé berrinchudo(a).
Ese tesón y necedad de los niños cuando quieren algo, muchas veces hace que logren sus objetivos. En el mundo adulto, pasa lo mismo. Para ejemplo, tenemos muchos: el de Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google, cuando los inversionistas les indicaron que su proyecto no funcionaría comercialmente, ni aportaría nada nuevo. El de J.K Rowling cuando le cerraron las puertas de las primeras editoriales, argumentando que la historia de un “maguito” no tenía nada de espectacular.
Incluso, la historia del propio Walt Disney, a quien corrieron del Kansas City Star Newspaper argumentando su falta de creatividad, y años más tarde, cuando también fue rechazado decenas de veces por banqueros, quienes pensaron que la idea de su prematuro personaje Mickey Mouse era absurda.
Sé un sin-vergüenza.
“¡Qué oso!” Es una de las expresiones que ha causado más daño a los adolescentes en la actualidad. La vergüenza es un prejuicio que no existe para los niños, ni para quienes saben que la creatividad nunca nace en una cuna de prejuicios inservibles.
En el marketing, como en cualquier otra disciplina, muchas veces se llega a la meta recorriendo un largo camino de fracasos. ¿Cuántas veces en una junta creativa o en una sesión de brainstorming no comunicamos una gran idea por temor al rechazo? ¿Cuántas veces esa “estupidez” que dijimos se convierte en la piedra angular de una gran campaña?
Todo eso puede hacerlo hasta un niño de 5 años, si éste tuviera la experiencia y el conocimiento que tenemos, cuántas cosas habría creado ya, incluyendo las mejores campañas de comunicación tanto ATL como BTL. ¿O no?