A primera vista, cuando alguien visita un punto de venta, puede pensar que entre los productos que ahí se ofrecen no hay una distinción mayor a las características con las que cuenta o a la categoría a la que pertenecen. Sin embargo, desde la perspectiva de la mercadotecnia, y con base en variables como el precio o la calidad, los artículos que se venden pueden ser muy distintos los unos de los otros. Una confusión que se da con cierta frecuencia es la de confundir las marcas premium con las de lujo.
Las marcas premium son aquellas que cuentan con una mayor calidad que las de los productos estándar, puesto que los insumos y el modo de preparación garantizan una mayor satisfacción para el cliente que los adquiere. Esto hace que sus precios sean mayores a los de las firmas promedio.
Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el mercado de las bebidas: una empresa tiene dos marcas de vodkas, una que cuenta con un precio promedio, que posiblemente no tenga tan buen sabor como el primero; el segundo que, aunque tiene un valor mucho mayor, los insumos con los que está realizado hacen que su sabor sea considerablemente aceptado por el público meta.
En cambio, las marcas de lujo son aquellas que cuentan con un contexto histórico amplio y que son apreciadas principalmente por su escasez. Otra de las cualidades con las que cuenta este tipo de firmas es que cuentan con una originalidad e identidad muy bien definida y no están hechas para las masas.
Hay un detalle muy importante sobre las marcas de lujo: a través de su adquisición, el cliente espera obtener un cierto estatus que le ofrece el tener un determinado producto suyo.
Si bien es cierto que muchas marcas de lujo ofrecen una gran calidad en sus productos, lo cierto es que hay ocasiones que no cuentan con la mejor calidad, empero, el estatus que ofrece resulta ser más llamativo.