La historia nos pueden enseñar lo devastadora que pueden ser las enfermedades. Desde la peste en Atenas en tiempos de la Guerra del Peloponeso hasta la influenza en la primera década de los 2000, las epidemias y pandemias han tenido un costo incalculable en vida, pero también ha enfermado a la economía de los países en los que surgen estos padecimientos e incluso en el mundo entero. Por esto mismo, prácticamente todo el planeta tiene los ojos puestos en la evolución de la neumonía de Wahun, provocada por un coronavirus, y su declaración como una emergencia internacional por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Justo en el marco de la decisión que tome la OMS sobre la evolución y tasa de contagio que ha presentado el coronavirus, el gobierno chino ha tomado la determinación de aislar prácticamente la ciudad de Wuhan, donde se originó este brote infeccioso que ha dejado hasta el momento 17 muertos; para lo cual se ha anunciado que este mismo 22 de enero se cerrarían todos los transporte de dicha urbe.
A través de una circular emitida por el gobierno chino, se ha mencionado que desde las 10:00 horas locales de Wuhan los servicios de transporte “de pasajeros de larga distancia”, trenes, ferry y camiones, por mencionar algunos, permanecerían cerrados y que, a menos de que se tratara de una emergencia, a los ciudadanos se les prohibe salir, aunque no se ha explicado si de sus residencias o de la ciudad.
Adicionalmente, el aeropuerto de la ciudad de Wuhan permanecerá cerrado de manera temporal también. Evidentemente, esta situación tiene un impacto considerable a sectores como el turístico, el de servicios y de consumo, ya que al no poder garantizar la movilidad de las personas, las actividades se paralizan.
De hecho, en 2009, en el marco del surgimiento de la influenza, el Banco Mundial comentó que, en dado caso de que surgiera una pandemia, los costos globales harían que se perdiera el 5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, cantidad que se puede traducir en 3 billones de dólares.