En esta época de dulces, calaveras, calabazas, monstruos y disfraces no me queda más que hablar del marketing del miedo.
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El miedo es una de las emociones más complejas y fuertes en los seres humanos. Le tememos por naturaleza a muchas cosas y principalmente a lo desconocido. El miedo actúa en nuestro cerebro de una forma interesante y nos orilla a realizar cosas con tal de no tener “miedo”, por ejemplo, somos asustados desde niños con la leyenda del “Coco”, nuestros padres nos decían, si no haces esto o aquello el Coco te comerá. Así mismo la Iglesia utiliza el miedo para hacernos creer en el Infierno, los candidatos políticos nos hablan de todo lo malo que puede pasar si votamos por sus oponentes y las farmacéuticas nos hacen comprar medicamentos innecesarios por miedo a contagiarnos de diversas enfermedades.
¿Pero por que seguimos viendo películas de terror, comprando libros de suspenso, viendo series de TV como The walking dead, entrando a casas embrujadas en parques de diversiones y muchas cosas más que hacemos que nos provocan miedo?
La respuesta es biológica, ya que el miedo libera adrenalina, sustancia que crea una sensación satisfactoria y adictiva.
Debido a este y otros factores, el miedo vende, y vende bien, y si no pregúntenle a las empresas fabricantes de cloro , antibacteriales y tapabocas como incrementaron sus ventas hace un par de años debido al miedo en masa generado por la Influenza.
O que tal los hoteles, aerolíneas y tours turísticos en la Riviera Maya para este fin de año o mejor dicho supuesto “fin del mundo” previsto por los Mayas.
Muchas marcas ven en el miedo una gran oportunidad y la están sabiendo aprovechar muy bien.