El crecimiento del marketing experiencial es un fenómeno de colosales dimensiones a nivel global, más aún en las naciones con economías emergentes que en la actualidad se preocupan por este tipo de estrategias de mercadotecnia.
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Desde el 2008 el 87% de los directivos de empresas estaba convencido de que todas las disciplinas englobadas en el marketing experiencial como eventos, road shows, street marketing o animación digital son más eficaces que la comunicación tradicional, según indican los datos de la segunda edición del estudio El capital emocional de la empresa española realizado por la agencia Yeti.
Sin embargo, cuando se habla de marketing experiencial se debe ser muy claro, pues como bien apunta Charly Sarti, director creativo de Leo Burnett España, “toda acción de marketing es experiencial por definición. Es decir, si las acciones de las marcas no generan experiencias en los consumidores, entonces no hay marketing. Partiendo de esa base, cualquier estrategia de experiencias depende cien por ciento de la esencia de la marca. Por ejemplo, en el caso de Coca Cola, pensaríamos en compartir, en la amistad, la felicidad, entonces deberíamos crear experiencias que permitan a los consumidores conectarse con la marca a través de estos conceptos. ¿Recuerdan la Happiness Machine?”.
Desde la visión de Adrián Hernández, CEO de Stutze, una agencia especializada en marketing experiencial, en los mercados emergentes de América Latina esta tendencia aún está empezando. Y es que se tiene la idea de que es muy costoso y no se tiene claro el verdadero impacto de una estrategia de experiencial marketing que se hace para generar una experiencia individual.
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