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Dos sismos, una sola diferencia

Edgar Gonzalez columnista InformaBTL
7:19 am, un terremoto de magnitud calculada en 8.1 grados sacudía a la segunda ciudad más poblada del planeta: el Distrito Federal, capital de México.

19 de Septiembre de 1985

7:19 am, un terremoto de magnitud calculada en 8.1 grados sacudía a la segunda ciudad más poblada del planeta: el Distrito Federal, capital de México.

La mayoría de la gente se preparaba para salir a trabajar o estudiar; se bañaba, desayunaba o vestía. Miles de familias se disponían a vivir un jueves común y normal de Septiembre, mes patrio, mes de celebración donde la decoración tricolor aún colgaba en las principales avenidas de la ciudad.

Esa mañana Jacobo Zabludovsky, principal figura del periodismo mediático, decidió realizar un recorrido por la ciudad utilizando un transmisor de radio portátil para llevar los pormenores del suceso a su audiencia en la XEW.

A su paso narraba detalladamente su experiencia, comenzando desde la zona de Lomas, pasando por Chapultepec. Todo le parecía normal, incluso bromeaba diciendo que ese temblor lo había arrullado. Todo parecía ser un día común en la gran ciudad hasta que se encontró con el primer indicio de destrucción en la esquina de Insurgentes y Reforma: el hotel Continental.

Desde ese momento su tono mutó y se transformó en un tono de asombro y alarma, y así lo mantuvo por más de 2 horas en una transmisión que hoy forma parte de la historia de los medios masivos de México:

Para aquellos que tuvimos la oportunidad de escuchar esa transmisión (en mi caso, a través de un radio de pilas), el señor Jacobo se convirtió en el cronista de la máxima tragedia vivida por los habitantes de esta ciudad. Nosotros solo podíamos imaginar lo que él describía con ese poder narrativo que lo caracterizaba, un poder que pocos poseen y que él sabía usar a la perfección para producir emociones profundas e imborrables.

Esa transmisión se convirtió en el cuento de terror de toda una generación, mi generación. Una generación que tenía que informarse con lo que había, conformarse con los medios que existían y que estaban ahí, a nuestro alcance desde que habíamos nacido: la radio pública en AM y FM, la TV abierta (con 5 o 6 canales) y unos cuantos periódicos de circulación local.

Un país entero recibió la transmisión de un solo reportero en tiempo real sin imágenes que la ilustraran, sin memes, sin likes, sin emojis.

No lo cuestionábamos, menos lo contradecíamos. Su información era la única información al aire disponible para los millones de mexicanos sin electricidad y sin teléfono que queríamos saber qué pasaba allá afuera.

19 de Septiembre de 2017

13:14 pm, un terremoto de magnitud calculada en 7.1 grados sacudía a la décima ciudad más poblada del planeta: la CDMX, capital de México.

La mayoría de la gente se encontraba trabajando o estudiando; volvían a la oficina después del simulacro que conmemoraba el sismo de 1985, estaban en juntas, escuchando clase o revisando mails o memes en Facebook. Miles de personas vivían un martes común y normal de Septiembre, mes patrio, mes de celebración donde la decoración tricolor aún colgaba en las principales avenidas de la ciudad a pesar de la tragedia en Oaxaca y Chiapas por un terremoto el 7 de Septiembre pasado.

Esa tarde miles de personas comenzaron a saturar las redes sociales de información, desde el ya clásico “#Tenemossismo” hasta el bromista que dijo “Qué buen simulacro en 4D se aventó el gobierno de la CDMX”.

Miles de alertas por daños y edificios caídos, miles de fotografías de grietas en casas, cientos de videos de la reacción de la gente ante el sismo, cientos de “Estoy bien, ¿y ustedes?”.

Qué lejos quedaron los días donde la labor informativa recaía sobre un solo individuo, 32 años después teníamos a millones de Jacobos con un poder de comunicación y transmisión de información que en 1985 hubiera sido inimaginable.

De la Solidaridad al #FuerzaMéxico

En 1985 la palabra “clave” que fungió como amalgama mediática para definir el fenómeno del apoyo de la ciudadanía fue “Solidaridad”, palabra que usó Jacobo Zabludovsky en aquella transmisión y que todos los medios adoptaron para hablar de la gente que se volcó a las calles para ayudar, de la ayuda que vino de países “hermanos”, del espíritu de unidad y empatía entre los ciudadanos de aquel Distrito Federal herido.

Una de las imágenes que se volvieron más emblemáticas del 19/9/2017

En 2017 esa palabra se transformó en un hashtag, #FuerzaMéxico, y ha servido para identificar todo tipo de conversaciones y acciones referentes al terremoto y sus secuelas: Ha servido como inspiración a ilustradores, como etiqueta para filtrar información sobre albergues, para publicar centros de acopio, etc.

Se convirtió en la bandera que utilizaría esta nueva generación para organizar los rescates, para ofrecer sus servicios gratuitos, para regalar herramientas, para crear filtros de credibilidad de información. Incluso esta vez el gobierno terminó por adoptar el hashtag de la gente y no trató de imponer algún tipo de comunicación oficial.

De Monchito a Frida Sofía

En 1985 surgió el mito de Monchito, un niño supuestamente atrapado entre los escombros de una vecindad de la calle Venustiano Carranza en el barrio de La Merced. Todos los medios se concentraron en su momento en el lugar para cubrir el rescate, incluso Plácido Domingo el cantante de opera y los hijos del entonces presidente acudieron para ayudar en las labores. Sin embargo la ilusión se esfumó y un 11 de Octubre (casi un mes después del terremoto) se detuvo la búsqueda llegando a la conclusión que el supuesto niño era un invento.

En 2017 este mito se transformó en Frida Sofía, una supuesta niña atrapada en los escombros de un colegio colapsado en Villa Coapa que, según los medios, daba señales de vida e incluso se comunicaba con los rescatistas.

A diferencia de 1985, esta vez, en 2017 el mito se esfumó apenas un par de días después del derrumbe gracias a que la información y los medios ya no son más un monopolio. La búsqueda de la verdad dejó de ser labor de unos cuántos, en 2017 tenemos ejércitos de ciudadanos con un smartphone y conexión 4G LTE que pueden desmentir en tiempo real los dichos de cualquier reportero de los medios “masivos”.

De “La Pulga” a “Frida”

En 1985 hubieron pocos personajes que saltaron del anonimato, uno de ellos fue Marcos Efrén Zariñana “La Pulga”, un rescatista que salvó a más de 30 personas durante las labores de rescate y adoptó dicho apodo por causa de su talla corta, característica que le facilitaba su labor. Su historia se propagó por el mundo y llegó a ser requerido en diversos desastres naturales, un hombre común que lograba fama mundial, un héroe.

Portada del libro biográfico del rescatista mexicano.

En 2017 las cosas no podían ser diferentes, sin embargo esta vez el heroísmo vino de donde menos lo imaginamos. Frida es una perrita de 7 años de la raza labrador que fue entrenada para rastrear humanos. Forma parte del programa de binomios caninos (humano y perro) y tiene otros compañeros (existen más de 300 binomios caninos trabajando en las fuerzas armadas de México), quienes también han participado en la labor de rescate de los derrumbes.

Frida vino a ocupar un lugar que comúnmente hubiera ocupado un humano, sin embargo el mundo ha cambiado radicalmente. Las nuevas generaciones han creado nuevos criterios, nuevos parámetros, nuevos lenguajes que propician el surgimiento de nuevas figuras heróicas. “¿Por qué un perro?”, se preguntan tal vez muchos, y es que estas figuras surgen de la gente y la gente hoy busca glorificar aquello que lo representa mejor, y a veces un “animal” puede ser más representativo del sentimiento colectivo que un ser humano, tal vez porque un “animal” no puede auto proclamarse héroe.

El heroísmo se gana en el campo.

Dos sucesos, una sola diferencia

¿Cuál es la diferencia entre dos terremotos que ocurren en la misma fecha, que causan destrucción, el surgimiento de héroes, la unidad del pueblo y mitos urbanos?

La diferencia son 32 años. 32 años que sirvieron para preparar a toda una nueva generación para enfrentar un evento así. 32 años de avances culturales, de luchas sociales y cambios radicales en la mentalidad colectiva. 32 años de avances tecnológicos que sirvieron para agilizar la ayuda, para comunicarnos y organizarnos, para denunciar abusos, para encontrar seres amados, para que surgieran líderes que tomaran por iniciativa propia las riendas de la situación, para que hiciéramos a un lado a los gobernantes y políticos y demostráramos que la sociedad solo necesita un buen motivo para ponerse de acuerdo y remar hacia la misma dirección.

Sí, esa es la única diferencia que yo veo, pero es sustancial y definitiva para entender el mundo que se avecina, un mundo que ya no puede esperar para ocurrir y que yo, personalmente, no puedo esperar para formar parte.

 ¿Y ustedes?

 

 

 

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