Bien se ha mencionado que hemos llegado a un punto en el que las personas ya hemos visto de todo y que los creativos no tienen otra tarea más que la perpetua innovación. En este panorama las agencias han apostado por trabajar con ideas disruptivas, o sea, que además de ser impactante y llamativa, cambia la visión de las personas; sin embargo, hay veces en las que se trabajan tanto campañas como productos en los que más allá de hacer algo disruptivo, se termina haciendo algo polémico. En ocasiones esto puede funcionar bastante bien, pero hay veces en las que puede resultar muy negativo y terminar afectando la imagen de la marca.
Sin duda alguna, ya sea para crear un producto o para desarrollar el tono de comunicación de la marca (por medio de la cual no sólo dialogará con los clientes, sino también con los medios de comunicación) es fundamental tener presente (además del mensaje que se quiere dar) dos factores fundamentales: al target al que se va a dirigir como el contexto en el que se comunicará la firma con la gente.
Es importante que una marca esté plenamente consciente de los movimientos sociales, culturales, ideológicos e incluso políticos en los que se llevará a cabo la comunicación. Si bien, no es incorrecto que la firma aborde temas sensibles en la sociedad, es importante que lo sepa hacer con la suficiente sensibilidad y empatía para la comunicación sea efectiva y sobre todo que ayude a sumar a la marca, no a restarla.
Es importante aclarar que la polémica y la disrupción no son sinónimos. Aunque obvio, realmente no lo es. Lo disruptivo busca causar un cisma en la mente de los clientes, mientras que lo polémico hará que fije una determinada postura respecto a un tema, la cual muchas veces no puede sernos favorable.