Preparar a un vocero es mucho más que ayudarlo a “decir lo correcto”. Es un proceso minucioso, en el que cada palabra y cada movimiento importan. Cuando un vocero se presenta ante los medios, lleva consigo la imagen de la empresa, el trabajo de un RP es asegurarse de que cada palabra, gesto y reacción reflejen a la perfección los valores y la visión de la organización.
En cada entrevista, el vocero debe hacer más que transmitir datos; debe emocionar, inspirar y conectar. ¿Lo logran todos? No siempre, pero se puede trabajar para que lo consigan.
Al entrenar a un vocero, analizamos las posibles preguntas y definimos los mensajes clave. El vocero necesita tener un dominio total de los números y los datos de la empresa, de manera que estos se sientan relevantes y cercanos. Nada queda al azar: repasamos las cifras, el mensaje, la forma y el fondo hasta que, en su voz, resuenen con confianza y claridad.
El lenguaje corporal es otro de los elementos esenciales. Durante los ensayos, prestamos atención a cada gesto y expresión: la postura, las manos, la mirada… Todo cuenta. Buscamos el equilibrio entre una presencia relajada y una postura que inspire confianza. Una sonrisa en el momento adecuado, un contacto visual directo o un pequeño gesto con las manos pueden comunicar tanto como las palabras. Al final, cada sesión de preparación es un ejercicio de afinación que busca convertirlo en una voz auténtica y persuasiva.
Uno de los momentos más importantes en el media training es enseñarle al vocero a discernir qué merece ser noticia y qué no. No todo lo que es relevante para la empresa será interesante para la audiencia, y saber filtrar es clave para no saturar el mensaje.
Aquí hay dos elementos importantes a considerar. El primero es que el silencio estratégico puede tener tanto impacto como un titular bien pensado. No se trata de ocultar, sino de enfocar. El segundo es que la mejor decisión puede ser reservar ciertos logros para otro momento y concentrarse en el mensaje central.
Para mí, la mayor satisfacción llega cuando el vocero, al entrar en una entrevista, se siente seguro y en control. Hemos trabajado juntos en cada palabra, en cada gesto, y aunque sé que improvisará si es necesario, también sé que lo hará con la preparación y la destreza que necesita. En esos momentos, veo el resultado de nuestro trabajo en equipo —repito, en equipo—: un vocero que no solo representa a la empresa, sino que la convierte en un referente.
¿Fácil? Nunca. ¿Valioso? Siempre. Así es el arte de ser vocero, una labor compartida entre quienes están al frente y quienes estamos detrás, preparando el camino para que cada palabra llegue donde debe llegar.