Nos encontramos en un punto de quiebre. Es un cambio profundo de aquello que considerábamos nuestra normalidad y que requiere de un análisis consciente sobre quiénes somos y hacia donde nos dirigimos.
Si bien, el cambio puede parecernos sumamente retador, estoy convencida de que es en situaciones como éstas cuando surgen oportunidades para reinventarnos, encontrar nuevas formas de liderazgo y desarrollar procesos creativos que nos prepararán para el nuevo mundo que se gesta.
En este proceso de introspección, llegamos a cuestionar si nuestras habilidades son lo suficientemente fuertes para adaptarnos a la realidad, y más aún si es que las necesidades del mundo demandan nuevas capacidades. Y es desde este espacio, comparto una serie de recomendaciones para que exploremos cómo podemos fortalecernos para sobresalir (incluso sobrevivir) en esta realidad y cómo generar resiliencia:
Formación continua. El autoaprendizaje permanente –o lo que se conoce en inglés como learnability– será nuestro mejor aliado. Frente al avance tecnológico, la capacitación continua es fundamental para mantenernos en el juego. Aprovechemos el aumento de oportunidades de aprendizaje a distancia, gracias a herramientas de e-learning y plataformas digitales, como facilitadoras de nuevas capacidades y propulsoras de nuestra adaptabilidad educativa.
Mentoría. De forma tácita o explícita muchas veces hemos encontrado en otras personas una guía que trasciende en algunas ocasiones el sentido profesional, y se convierten en modelos a seguir. La mentoría es un modelo muchas veces minimizado al ser en formatos “informales”, pero que genera amplio valor para ambas partes, enriquece a las personas involucradas y genera cambios significativos en nuestra formación.
Donar nuestro tiempo y conocimiento Y hablando del factor humano, aprovechemos este momento para repensar en nuestro papel como agentes de cambio en la sociedad. Ya sea a través de iniciativas de responsabilidad social corporativa, de voluntariados religiosos o grupos de ayuda, debemos identificar cuáles son los retos de nuestro entorno y en la medida de lo posible, contribuir a su resolución con nuestras habilidades.
Sé intrapreneur. Estamos acostumbrados a escuchar la palabra “entrepreneur” para referirnos a alguien que inicia un negocio propio. Pero ¿qué hay para aquellos que no desean crear una empresa? ¿su capacidad de innovar se debe limitar? La respuesta es no. Las personas que innovan, rompen paradigmas y transforman procesos para mejorar sus entornos de trabajo son intrarpeneurs. Para las organizaciones, debe ser vital identificar a estos talentos y estimular su creatividad para crear cambios que trasciendan en las compañías. Asimismo, para aquellas personas que se sienten identificadas con este rol, pueden capitalizar esta habilidad para crecer profesionalmente, mostrando su contribución al negocio.
Crear y fortalecer puentes. En ese sentido, no seríamos lo que somos sin las relaciones que hemos construido a lo largo de nuestras carreras. Cultivemos nuestras redes de forma integral para crear comunidad y alcanzar metas en común. Fortalecer el tejido social dentro y fuera de nuestras organizaciones será clave en nuestros proyectos tanto profesionales como personales.
Escribe, escribe y escribe. Considero importante obligarnos a dar un paso más allá y llevar nuestros ejercicios de reflexión a otras audiencias. Es decir, buscar espacios de opinión donde compartamos nuestras ideas es una buena forma de democratizar el acceso a la información y fortalecer nuestra perspectiva al intercambiar opiniones a partir de que más personas nos lean.
Escucha activa. No solo se trata de escribir y esperar ser leídos. Nuestra formación profesional y personal debe contar con un componente más, y es nuestra habilidad para entender lo que el entorno nos dice, analizarlo e identificar oportunidades de crecimiento a partir de ahí. La capacidad que tengamos de comprender, analizar y procesar aquello que absorbamos es de suma importancia ante el tsunami informativo al que nos enfrentamos constantemente y donde las voces cada vez se escuchan más. Ésta es la antesala para la aceptación y debe garantizar el espacio y respeto a las diferencias.
Da un paso atrás. Este punto me gustaría enfocarlo en la necesidad de conectar de nuevo con nuestro propósito más íntimo; es reconocer el llamado interno a nuestro proyecto de vida y con nosotros mismos. Siempre que el peso de la rutina –o la complejidad de la incertidumbre– cae sobre mis hombros, encuentro respuestas al dar dos pasos atrás, esto me ayuda a “ver la fotografía completa” y asegurar que la táctica o la tarea del día a día, conecten con ese objetivo más amplio. A medida que logremos no caer en la “trampa” del día a día y ganemos perspectiva, sabremos si el camino que estamos forjando es el correcto para nosotros.
Debo confesar que a veces, en un inicio, puede resultar incómodo hacer estos ejercicios de introspección, pero esta “reingeniería personal” será útil para construir la resiliencia que mencionaba al inicio. Aunque no lo parezca, este texto tiene la intención de ser un decálogo, y por eso culmino en el punto “número ocho”, para invitarles a completar los últimos dos puntos con aquellas ideas, características o recomendaciones que consideren relevantes para comenzar con esta nueva etapa más fortalecidos… Por favor, compartan en este espacio su visión; me dará mucho gusto leerles.