¿De las pandemias se aprende?

Y eso pone el dedo en la llaga de cómo el SIDA sólo causó indiferencia pero está vez el miedo fue tan grande como para parar todo.

Una de las historias más increíbles del retail, tal como lo cuenta Paco Underhill en uno de sus libros, fue cuando de la noche a la mañana en el Nueva York de los ochenta desaparecieron los expertos aparadoristas. La ciudad se quedó sin manera de poder llenar las gigantescas vitrinas de la 5a Avenida, y tanto las grandes departamentales como las tiendas de autor tuvieron que implementar como imprimir fotografía en gran formato para llenar los escaparates con algo.

Comenzaba la pandemia del SIDA y fue el armagedón para toda una generación en las artes, en los diseños: caían como moscas en todo el mundo.

En ese entonces la administración del Presidente Ronald Reagan vió que iban subiendo en cientos, en miles y decenas de miles los enfermos y los muertos. Pero al preguntar ¿quién se está enfermando? Y le contestaron: gays, haitianos, negros, etc… simplemente eligió ni voltear a verlo.

Esa respuesta tal como se ve en el documental de la revista Vanity Fair When Aids was funny’ fué hacer chistes de que era una ‘plaguita gay’ y vámonos: ni pelarla. No intentaron hacer nada para detenerlo, ni prevenirlo, ni atender a los enfermos.

Hoy entre 25 y 35 millones de muertos después, el SIDA es algo que existe en el paisaje y que damos por hecho. Hay medicinas que permiten que se vuelva indetectable y en el mundo occidental se ha convertido en algo ‘más o menos’ manejable. En cambio en el continente Africano hay países donde el 25% de la población, uno de cada cuatro, desarrollará el cuadro, y están acostumbrados a calcularlo en su PIB y hacer el algoritmo para que la esperanza de vida en esos lugares esté alrededor de 47-50 años. Tuvieron que cambiar el esquema para que, a diferencia de los Estados Unidos donde estar enfermo de esto sale en unos 40,000 dlls al año, en África hay opciones médicas para poder llevar medicinas a $75 dlls al año -que en esos países de todos modos es inalcanzable-.

Ahora que se habla tanto del ‘nuevo normal’ va a ser muy interesante el juicio de la historia de cómo la civilización humana escogió autodestruir la economía planetaria ante un sorprendente ‘bajo’ número de enfermos: 5.8 millones con 360,000 muertos a Mayo 27 de 2020. Una enfermedad que tiene un índice de contagio más bajo que el SIDA, pero con un factor de transmisión de inicio -la aviación- que al parecer es algo que la gente hace mucho más y le es más cotidiano y sin culpa que cuando el factor de transmisión es el… sexo. 

En los aviones viajan: más ricos, más negocios, más turismo. Y ahí fue cuando empezó el terror. ¡¡¡¡Paren todo!!!! Se están muriendo viejitos ricos blancos europeos. Léase con voz de Helen Alegría: ‘!!¿Que nadie piensa en los viajeros internacionales?!

En lugares como Nueva York -la capital del covid- casi no hubo enfermos en Manhattan -la zona rica- sino en las zonas exteriores de mayor hacinamiento, donde viven inmigrantes o ‘roomies’ de todas las naciones compartiendo 5 un cuarto. Lo que allá les hace pensar: ‘Chin… no habrá sido demasiado el relajo que armamos?…

Y eso pone el dedo en la llaga de cómo el SIDA sólo causó indiferencia pero está vez el miedo fue tan grande como para parar todo, destruir todo y hacer una apuesta para poner en entredicho los futuros de toda la humanidad… no vaya a ser.

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