Una de las máximas que existe en el marketing es que es mucho más fácil (y rentable) retener a un cliente y conseguir uno nuevo. ¿Por qué? Si el consumidor ya se decidió por nuestra firma en una ocasión, podemos convencerlo para que eventualmente vuelva a seleccionarla, con base en su experiencia previa con el producto; sin embargo, convencerlo desde cero es un reto que implica una cantidad considerable de gastos en promoción de marca. En este sentido, las firmas no pueden darse el lujo de perder aquellos con los que ya cuentan. Existen tres principales acciones que pueden causar está situación y qué habrá que evitar a toda costa.
Cuando nuestros precios no son tan competitivos como los de otras marcas aumentan las probabilidades de que perdamos clientes. Dicho en otras palabras, si el consumidor encuentra un producto que cuya oferta es similar pero que es más barato que el nuestro, es muy probable que el público meta decida optar por esa nueva opción y dejar atrás a la nuestra.
Quizá uno de los aspectos más importantes que provocan la pérdida de clientes la ausencia del buen servicio y atención al cliente. Si a las personas no se les brinda una información y una guía respecto a los productos que ofrece una empresa, difícilmente la considerará como una opción.
En este mismo sentido, cuando no se le da un adecuado seguimiento a las dudas, quejas o comentarios que pueda tener un cliente, difícilmente transitará por el proceso de recompra y buscará una opción que atienda de manera más cabal sus necesidades.
Finalmente, pero no menos importante, cuando un producto no cuenta a con una buena calidad, regularmente no cubre las necesidades que tiene el público meta. Si esto llega a pasar, aumentan las posibilidades de que la gente busque una opción que si llegue a cumplir con aquello que el cliente requiere.