El motor de toda empresa está en sus colaboradores. Día a día, los empleados de una organización llegan a su centro de trabajo para sacar adelante los proyectos con los que cuenta una compañía. Cotidianamente se presentan para juntar esfuerzos y cumplir con sus labores. Sin embargo, hay una diferencia sustancial e importante entre un trabajador que sólo va a la ofician a trabajar y otro que hace lo que le gusta y recibe una retribución por ello. En esta distinción radica la clave del éxito de prácticamente toda compañía.
Una persona que está enamorada de lo que hace no ve el trabajo como una carga, sino como una oportunidad para generar dinero por medio de la realización de una actividad que le gusta y de desarrollarse personal y profesionalmente. En cambio, la gente que sólo trabaja por dinero, tiende a aburrirse o a fastidiarse rápidamente de sus labores, lo cual puede derivar en la realización incorrecta de ejecución de sus labores cotidianas.
Cuando un colaborador hace lo que le gusta, aumenta considerablemente su productividad e incluso se generará un ambiente positivo en su centro de trabajo.
Por este motivo, recursos humanos, o la persona encargada de seleccionar el personal de una empresa, debe ser lo suficientemente cuidadoso al momento de escoger los candidatos para un puesto, de tal manera que una de las principales cualidades que tengan los postulantes sea que estén enamorados de aquello que realizan y que van a hacer para la empresa.
También es importante que los jefes que entrevistan a los candidatos para un puesto, a través de su expertiz en el área, desarrollen un buen olfato para reconocer a las personas que verdaderamente estén enamoradas de lo que hacen, en contraste de quienes sólo dicen que lo están para obtener un puesto.
De este modo, las empresas deben buscar tener verdaderos colaboradores, más allá de sólo tener empleados o trabajadores que hagan su trabajo sin más.